Creencias: ¿limitantes o impulsoras?

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En un texto anterior escribí sobre mis experiencias participando en círculos de mujeres, pero no pude detenerme a contar detalles sobre las lecciones aprendidas. Aparte de la experiencia de reconocer y honrar el lado femenino de mi linaje materno, durante el más reciente círculo de mujeres al que asistí, Ishvari, quien estaba liderando, nos planteó un ejercicio reflexivo en torno a una pregunta: ¿Qué creo que es ser mujer?.

Me gustaría pensar que de solo leerla y sin importar su género, un par de respuestas hayan surgido desde su interior. Así fue para nosotras, especialmente después de que Ishvari nos empezó a dar algunas pistas, planteándonos conceptos como la menstruación, la belleza, las relaciones. Cada una hizo su lista en silencio, rememorando y escuchándose muy adentro. Los invito a que hagan el ejercicio, si lo hacen con conciencia de seguro les resultará revelador.

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Después de finalizar nuestras listas, aquellas que nos sentimos en confianza empezamos a compartirlas. “Compartir” es una palabra que no hace referencia exclusivamente a cosas materiales, y que así como implica dar, como fruto de ese dar también implica recibir.

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En ese compartir recibí la confirmación de estas dos creencias:

1- No estamos solos en cualquiera que sea la situación por la que estemos pasando, alguien más ya ha pasado o está pasando por algo igual o al menos similar, y por eso no hay que quedarnos con esas cosas que nos atormentan, nos dan vueltas en la cabeza o nos incomodan, compartirlas puede ser liberador.

2- Siempre es posible aprender de ti mismo al escuchar las experiencias de los otros.

*L empezó a leer su lista, inteligentemente -a mi juicio-, había clasificado sus creencias según las etapas de la vida y gracias a eso, pudimos entender que las creencias no tienen que estar arraigadas en ti para siempre.

Le pongo un ejemplo básico: cuando yo estaba pequeña tuve la fortuna de creer en el Niño Jesús y en Santa, los dos a la vez. Mi creencia era tan poderosa que alguna noche de Navidad llamé a gritos a mis papás para contarles que había visto la sombra de Santa en la pared de mi habitación. Esa creencia se desvaneció hace años.

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Bonita la historia, estará pensando, pero ¿de qué sirve saber que podemos cambiar nuestras creencias? Pues permítame contarle señor lector que las creencias son ideas que damos por verdades absolutas y con la relevancia de una verdad absoluta condicionan todo nuestro actuar en el día a día.

Le pongo otro ejemplo, esta vez en el ámbito cultural: ¿es usted de los convencidos de que “los paisas somos unos verracos”? Si usted es paisa tal vez haya respondido que sí sin titubear. Maravilloso, esa creencia con seguridad le ha dado “perrenque” y empuje para sacar proyectos adelante y para no rendirse en situaciones en las que se ha visto a punto de decaer, seguramente más en el mundo de los negocios que es en el ámbito en el que es más usada esta frase.

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Sin embargo, lo invito a que se pregunte si esa misma creencia no ha hecho también que usted insista en proyectos cuando ya no tienen sentido porque es que “yo soy un verraco y voy a sacar esto adelante a como dé lugar”, claro, invirtiendo tiempo y recursos que a lo mejor hubieran estado mejor invertidos en algo más.

O a lo mejor como usted es un “verraco” entrenando, ha hecho más de lo que su cuerpo le permite y se ha lesionado. Así podría hacer una larga lista de eventos desafortunados relacionados con la “verraquera paisa”, pero volvamos un momento al círculo de mujeres.

Le cuento que cuando empecé a compartir mi lista, tuve que aclararles a las otras mujeres que muchos de los ítems en ella estaban entre signos de interrogación, y estaban así por eso que le acabo de explicar sobre la verraquera. En mi concepto, muchas de nuestras creencias que se pueden ver como neutras o incluso positivas, tienen dos caras de la moneda y pueden estar generando en nosotros de manera inconsciente comportamientos no necesariamente sanos o que nos alejan de nuestros objetivos.

Para qué le cuento todo esto, fácil, para que abra su mente y use sus creencias a su favor, crea lo que le conviene, píllese esas creencias que lo limitan y alejan de lo que quiere y cámbielas por otras. Traiga a su conciencia esa situación que lo está atormentando últimamente, esa sensación de estancamiento, esa tristeza o esa rabia que ni sabe por qué las está sintiendo y evalúe las creencias que están relacionadas con ellas.

Las más simples: las frases de las canciones que le salen y que usted canta desde que era adolescente, las frases que le repetían sus papás en la infancia, las de sus maestros, las que se están repitiendo en su mente todos los días, los refranes; evalúelas, clasifíquelas y trate de verles los dos lados de la moneda y de pensar si de alguna forma están haciendo que usted mismo se genere esa tristeza o esa rabia de manera innecesaria o que permanezca en ese sitio en el que está estancado.

Le cuento una mía, tal vez resuene con ella, yo aún creo -aunque estoy tratando de cambiar esa idea-, que existen los príncipes azules de los cuentos de hadas y las películas de Disney (le apuesto que ha visto los memes, son muy buenos y también reveladores) y eso me ha traído varias dificultades en torno a mis relaciones de pareja. Me alivia saber que ya lo sé y estoy trabajando arduamente para cambiar esa creencia.

Anímese, cuestiónese y tenga más control sobre su vida.

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Por: Carol Jaramillo Hurtado
[email protected]

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