Así es la rumba de hoy en El Poblado

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El concepto de discoteca para 600 personas con música crossover quedó en el ayer. Hoy mandan los lugares pequeños y especializados con oferta complementaria. También cambiaron los hábitos de los consumidores.

Hace diez años las puertas de las discotecas en el parque Lleras, Barrio Colombia y Las Palmas se cerraban a las diez y treinta de la noche porque adentro ya no cabía más público. Hoy, la mayoría abre a esa hora porque antes no llega nadie.

Una década atrás, esas tres zonas del barrio concentraban la oferta de entretenimiento nocturno, ahora el mapa de la rumba se ha extendido a sectores como Provenza, Astorga, el parque de El Poblado y la avenida El Poblado (Río Sur), con discotecas más pequeñas y ubicadas en complejos de dos, tres y más niveles con oferta segmentada por géneros y oferta de servicios como restaurantes, bares y roof tops o terrazas.

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Los años pasan y la evolución del concepto de rumba en discoteca va cambiando, al igual que el público que las frecuenta. Los empresarios se mueven al ritmo que los clientes van asumiendo nuevos comportamientos.

El mes pasado abrió en Provenza Teatro Victoria, un complejo de cuatro niveles cuya arquitectura en la fachada irrumpió en la zona ya que asemeja el ingreso a un teatro estilo Broadway. Tiene dos discotecas -una del género urbano y otra tropical-, y un restaurante de dos plantas con terraza al aire libre que tendrá escenario para presentaciones musicales y artísticas. Alex Duque, uno de los socios de este sitio -también lo es de Babylon, La Chismosa y La Oculta-, comenta que los sitios cerrados, con luces y rumba, siguen cautivando, pero por temas de seguridad, confort y desplazamiento, el público fue optando por aquellos lugares que les ofrecían todo en el mismo punto: comida, trago y baile.

 

Las costumbres han cambiado

Jorge Moreno, propietario del Grupo Triada, que posee entre otras las discotecas La Presidenta, La Guarida y Cabrón, lleva 17 años en el medio. En sus inicios, recuerda que las discotecas tenían capacidades muy amplias. Oz y Carito, por ejemplo, recibían a 600 personas; hoy el público “se mueve más rápido” por las redes sociales, y es más melómano ya que tiene a la mano aplicaciones como Spotify o Shazam, que han hecho que hoy sigan más a los DJ que les ponen la música que es de su afinidad, que a los establecimientos.

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Ese contexto tiene implicaciones en la operación de las discotecas, pues la fidelización del público es más dura. “Como puedo tener un sitio lleno hoy, mañana no, porque la rumba se movió”, señala Moreno. Eso ha incidido en que las discotecas sean más pequeñas, con varios espacios, que evitan el riesgo de tener un lugar grande y vacío.

Wilson Arango, exsocio de Chupitos, La Central y hoy uno de los propietarios del Grupo Belisario, cree que la clave está en ofrecer espacios “diferenciadores” y una experiencia que “transporte a la gente a un nivel diferente, jugando con el egocentrismo y la vanidad”.

Ahí, señala, estuvo la clave en su decisión de abandonar el parque Lleras -“ha llegado mucho empresario de otras zonas del país, la zona ya no es lo mismo”- y explorar una zona poco transitada hasta hace tres años en la rumba, como la carrera 36, pasando el puente sobre La Presidenta, a la cual le proyecta un futuro en el corto plazo “promisorio”, ya que destaca el colegaje y el interés de mantener la armonía en el sector.

 

Por: Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]

 

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Trilogía: una discoteca a la que el tiempo no le pesa

Uno de los pocos casos en El Poblado en que una discoteca -aunque sus propietarios prefieren referirse a un teatro/bar en un espacio cerrado- ha permanecido en el mismo sitio, los mismos dueños, el mismo concepto y el mismo nombre es Trilogía, en el Barrio Colombia, que en 2020 cumplirá 20 años.

¿Cómo lo han logrado? Para Felipe Martínez, uno de sus propietarios, “el reguetón ha hecho que la gente se vuelva más bailarina”, y considera que la clave para que Trilogía se mantenga a pesar de que la competencia ha aumentado es que “somos un espacio donde las personas de 40, 50, 60 años se pueden volver a sentir jóvenes”, que sienten la libertad de bailar, de cantar, de recordar momentos de adolescentes.

Martínez cree que en el sector ha habido una influencia de los extranjeros que no solo son clientes sino que incursionan como empresarios en la rumba. “Los sitios ahora son de más movimiento corporal, la gente se para, conversa, los sitios de la mesa para sentarse son para gente más mayor”.

 

DJ Nico Rivera tiene su público

Es quien arma la rumba en La Oculta, la discoteca de Belisario en Provenza, en Prizma y Bendito seas. En Spotify su perfil es nicoriveradj, en donde tiene publicadas 13 listas de reproducción con música crossover y urbana. Dice que muchos clientes lo siguen a donde va. “Ellos se programan y van donde yo toque. Algunos no van a la disco si yo no estoy”.

DJ Nico Rivera también es apetecido en bodas y eventos de alto perfil. Toca desde los 15 años, y lleva 13 en el medio.

DJ Nico Rivera. Foto Instagram.
DJ Nico Rivera. Foto Instagram.

“hay clientes que se van volviendo clientes de uno, y no de la discoteca. a veces hacen las reservas en las mesas cerca de donde yo estoy, y se crean lazos de amistad”

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