Angélika

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Angélika
Angélika, una joven cantante de El Poblado, regresó de España dispuesta a conquistar la escena musical del país con una dulce voz y dulces instrumentos

Nos encontramos con Angélica en los jardines del Museo El Castillo, un ambiente natural y de recuerdos de infancia, muy propicio para el estilo y musicalidad de ella. Con un vestido corto de color verde, tacones con medias a la mitad de la pierna y cargando un ukelele, parece una muñeca que canta.
De niña, Angélika Molina cantaba con su madre, quien tocaba en la guitarra canciones de Piero y María Elena Walsh. Oír la música de Angélika hoy, una joven adulta, es oír esa influencia infantil, con un aire inocente que ella describe como naif.
Su infancia estuvo cargada de clases de piano, guitarra y grupos de coros que fomentaron ese gusto por la música. Paralelo al colegio, y la carrera de negocios internacionales, estuvo estudiando técnica vocal durante ocho años con Gizela Zivic, en los que también grabó demos en Medellín y Bogotá, siempre buscando su propio estilo y personalidad musical. Pero insatisfecha hasta ese momento con lo que había logrado, se fue en 2008 para España a hacer una maestría en canto profesional en la Academia de Arte de Madrid. Dice Angélika que fue una experiencia especial porque aprendió otro enfoque al de la técnica lírica, con el método de Robert Jeantal, con el que trabajaba mucho aire y vibrato en el canto. “Robert Jeantal le enseñó a cantar a Paloma San Basilio, Miguel Bosé, Alejandro Sanz y Ana Torroja”. Y así llegó una oportunidad para entusiasmarla aún más; la grabación de un concierto con Manuel Villalta, director de la banda de Miguel Bosé, para la cadena Antena 3.
Fue en este medio, rodeada de profesores y compañeros, inmersa en la música de cantautoras españolas como Cristina y Los Subterráneos, o La Oreja de Van Gogh, que Angélika descubrió su lado dulce que quería hacer “canciones orgánicas”. Se metió de lleno a componerlas con la guitarra hasta desarrollar un amplio repertorio, de donde más tarde tomaría algunas para producirlas en un pequeño abre bocas de lo que será su disco, cuyo lanzamiento se planea para finales de este año.
Son cuatro canciones que pertenecen a lo que Angélika llama caramelo folk, un híbrido musical del pop orgánico, del pop folk americano, europeo y lo que viene del corazón de la cantante. Las letras, como cualquier compositor lo sabe, hablan de cosas que le han pasado, de amor, tristeza o de aquello que la angustia, como el medio ambiente, tema de donde salió “El llanto de la Tierra”. “Yo parto de un sentimiento fuerte que me pase, de amor o desamor, o de lejanía, y eso lo relaciono con una figura que me parezca chévere como un taza de café o té, una gata, un globo o una cometa, y generalmente voy haciendo ambas cosas a al vez, melodía y letra, y me pongo con la guitarra a sacar unos acordes”.
Su primer sencillo es “Moveré la Tierra”, que habla de las dificultades de quienes se van a vivir a tierras extranjeras y encuentran un punto de apoyo en una persona a su lado por quien mover el mundo. Estas dos canciones, y unas cuantas más, tendrán su debut nacional cuando Angélika inicie una gira en el país en octubre y noviembre como telonera del cantante bogotano, Cabas. Además, Angélika hará parte de la banda de Cabas, pues según ella, él está entusiasmado con las melodías del ukelele.
El ukelele llegó a las manos de Angélika hace un año y medio aproximadamente. Con sus conocimientos de guitarra se dedicó a “sacarle sonidos” y ahora siempre está con ella. “Suena muy dulce, es portable y a la gente parece llamarle mucho la atención”. En sus presentaciones también toca el xilófono y la melódica, acompañados de la banda, compuesta por batería, teclado, bajo, y contrabajo.
Y cuando Angélika no está en modo cantante, está en modo empresaria para su música, componiendo más letras, activa en sus redes sociales para compartir lo que hace con sus fans, contactando a Ágatha Ruíz de la Prada para el vestuario de sus conciertos, como ella dice, haciendo de su música una forma de vida. Si no, está ayudando con el negocio de la familia: la repostería Mikaela, donde Angélika creó un espacio llamado Tardes de Tarta y Café pata invitar a otros artistas como ella.
Rodeada de hermosos jardines, Angélika cantó para nosotros con su ukelele la canción “Cuando las Lámparas”, inspirada en un poema escrito por su abuelo Leonel Estrada, artista y reconocido promotor del arte en Medellín. No sería extraño entonces, pensar que la necesidad por la expresión creativa sea herencia familiar.

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