Oler rico y comer bien, un camino gobernado por tu intestino

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“Doctora, lo que usted me mandó me cambió el humor”, me contó Amanda en una consulta. “Pero. Además, ya no me da ansiedad por comerme el mundo a las 4:00 de la tarde”, fue su Conclusión. Esta respuesta es común entre mis pacientes, cuando me cuentan asombrados los cambios que ocurren en su cuerpo solo con empezar a cambiar su alimentación.

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En esos momentos, me remonto a mi infancia y recuerdo lo que mi abuelita le decía a mi mamá: “Déjela que coma tierra, que eso sirve para las defensas”. Esta frase icónica, que creo que todos en alguna ocasión escuchamos, es una de las más sabias que existen a la hora de describir y entender la verdad que conlleva, la verdad que la ciencia hace poco tiempo, alrededor de 10 años lleva descifrando y descubriendo.

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El estudio de la flora bacteriana conocida hoy como Microbiota. Billones de células de microorganismos que están adentro de nuestro cuerpo, principalmente en nuestro intestino y que son los responsables de nuestra salud o de nuestra enfermedad. Ir al baño todos los días, que la evacuación intestinal sea en forma alargada, que no tenga alimentos, que no sea difícil, hace parte de que nuestro cuerpo no solo funcione mejor, si no que huela bien: boca, vagina, axila (la triada celestial). ¿Imagínense montones de bichos atascados en el intestino, a donde creen que podrían irse? Pues a la sangre, a contaminar mediante toxinas nuestras células, nuestros órganos y generar sustancias conocidas como “putrecinas y cadavérinas” (que) así como suenan, huelen. Pero, además dentro de esta contaminación o intoxicación, viajan también a nuestro cerebro y afectan nuestros pensamientos a través de la marginación de los neurotransmisores cerebrales (dopamina, serotonina, endorfinas, oxitocina) y generan malestar emocional o lo que se conoce como niebla mental (sensación de lentitud cerebral).

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Como resultado: la conducta consecuencia, es tomar malas decisiones a la hora de comer. Entonces, si me has entendido que son los bichos los que eligen por ti, los que al estar alterados hacen que comas mal, elijas peor, ¡huelas terrible y te sientas fatal! Estás en lo cierto, la abuela tenía razón, hay que comer no tierra, ¡pero sí de la tierra! Porque a la microbiota se la alimenta con comida de la naturaleza; a ella le gustan la frutas, la selva, que camines descalzo sobre la hierba, los fermentados (yogurt, el chukrut, el kimchi, el kefir, etc), le gusta la diversidad, que todos los días comas diferente, pero también que no estés comiendo todo el día, que te muevas, que duermas bien, que gestiones tu estrés, y muchas otras cosas que no te das cuenta pero cambian para bien o para mal tu flora bacteriana! Y sabes, además, le debemos a nuestras madres esa herencia, el parto, la lactancia, y como fue tu primera infancia influyen hasta en un 80% en cómo está tu microbiota en la actualidad.

Así que, como leí por ahí, “si a pesar de saber, sigues tomando malas decisiones, busca en tu intestino”, y agrega otra pregunta más a tu infancia. Esta historia continúa, porque es apasionante y enorme; además, gracias a los avances en la ciencia, crece diariamente a pasos agigantados. Para mí, como médica funcional, es la actualidad y el futuro de la salud y la Medicina en general. ¡Si quieres saber más de este tema… esta historia continuará!

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@karinamedicinafuncional. Curso: “Microbiota, una mirada más allá del intestino”.

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