Un sueño de independencia que supera los límites

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Valeria Tabares lleva poco más de un año trabajando en la tienda de Karibik en Viva Envigado, oportunidad que le significó otro paso hacia sus sueños, que no se han visto truncados por la parálisis cerebral.

Los papás de Valeria Tabares tienen una carnicería en Envigado. En reiteradas ocasiones la invitaron a que trabajara con ellos y siempre recibieron una negativa. Ella sigue agradecida por esa mano tendida, pero sabe que quería no tener que pedirles favores para calmar cualquier antojo. Y más allá, deseaba empezar un camino de independencia hacia sus sueños.

A Valeria, de 23 años, desde muy pequeña le diagnosticaron parálisis cerebral, luego de que notaran que no se paraba, ni decía sus primeras palabras. “Para mi familia fue duro, no estaba preparada; ahora doy gracias a Dios que me tenía para esto”, dice mientras se corrige a sí misma de que no es por culpa de los médicos.

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Aunque por su condición le cuesta hablar, recibe a todos los clientes en la tienda con una sonrisa y una serie de mensajes que, dice, le encanta comunicar: “no uses prendas con piel animal”, “baila como si nadie te estuviera viendo”, “no uses tu celular por cuatro horas”…
Valeria llegó a Karibik luego de haber finalizado los estudios en el Sena. Cuando inició el proceso de búsqueda de empleo, cuenta que dejó todo en manos de Dios. “Él sabe el esfuerzo que he hecho por salir adelante”, agradece.

Al finalizar esa primera jornada laboral, Valeria quedó encantada con la experiencia: “Me tratan muy bien, siento que me acogen, valoran mi trabajo, son inclusivos con mi discapacidad. No quiero salir de la tienda”, afirma.

Cuando entró a la fundación Aula Abierta no sabía tomar una cuchara para comer y tenía muchas dificultades para caminar y hablar. Ahora llega en bus hasta su trabajo en Karibik y tiene su novio, a quien conoció en la Fundación. Hoy Valeria siente que lo ha logrado. Los pensamientos que le llegaban a la cabeza (“¿me verán como un ogro?”, “no valgo nada”, “los sueños no son para quienes tienen discapacidad”), quedaron atrás. Ahora va por sus sueños. Por eso con su salario se hizo un tratamiento de ortodoncia y está ahorrando para irse el próximo año con sus padres a Cancún.

Por: Daniel Palacio Tamayo / [email protected]

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