Factor común: estupidez

Un análisis del estilo “petricaótico” de gobernar. Todos confundidos: ministros, congresistas aliados, oposición…

Uno como que presentía… sabía… que, de subir Petro, la cosa se iba a complicar. Que iba a gobernar a Colombia como lo hizo con Bogotá. Muy mal, por supuesto.

Solo que, gracias a esa capacidad argumentativa, que va enredando de manera originalísima mentiras con verdades a medias, con teorías, con consignas, con gritos de guerra, con eslóganes recalentados y con cosas que ha leído o escuchado recientemente, resulta que fue el mejor alcalde que ha tenido la ciudad.

Es evidente que está repitiendo el libreto, aplicando su estilo “petricaótico” de gobernar: hablar paja, poniendo cara de experto. Proclamar que ya llegó sin haber salido. Diseminar su confusión.

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Todos confundidos: ministros, congresistas aliados, oposición… Y varios países que antes eran amigos cercanos, hoy no nos entienden.

Quizá la característica más destacada del gobierno Petro sea la estupidez. La suya, claro, pero todavía más la de su equipo de trabajo. La solidez teórica de sus conceptos es de echarse a llorar.

Misterio: ¿cómo aguanta Minhacienda este patético circo?
Resulta que vamos a cambiar un sistema de salud exitoso y de alto cubrimiento, básicamente porque una ministra piensa que está siendo negocio para algunos.

Y vamos a hacer una reforma laboral porque otra ministra piensa que los empresarios bien podrían compartir mayor parte de sus ganancias con sus trabajadores. Sencillo, ¿no?
Ellas parten de la base de que los empresarios, grandes y pequeños, son como los han visto en caricaturas: unos gordos insensibles, de frac y sombrero, sonriendo y fumando tabaco mientras oprimen a sus trabajadores y cuentan las “ganancias” que van entrando.


La de Salud jamás entenderá que solo una EPS que funcione como aseguradora, respaldada por un gran capital, puede financiar, de un momento a otro, un tratamiento clínico de $5 mil millones. Todas las aseguradoras del mundo recaudan dinero de muchos para poder pagar los pocos casos extremos.

Tampoco entiende que, de haber utilidades, rara vez son repartidas. Es más común que sean reinvertidas en equipos de última tecnología médica para dar un mejor servicio a sus clientes o asegurados. O en crear nuevas IPS, generando nuevos empleos a todos los niveles.

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La de Trabajo, orgullosa de que su reforma no busca generar empleo, jamás entenderá que el que manda en negocios es el mercado. Que la mayoría de empresas a duras penas sobreviven, pues la libre competencia siempre pone un freno a los precios que quisieran cobrar. Lo cual favorece a la población entera. Tarde comprenderá que muchos empleos se perderán y que los principales favorecidos con el debilitamiento que viene serán las empresas extranjeras. ¡Menudo logro!

¿Y el Canciller y la Minminas? En un país serio jamás habrían llegado a cargos tan complejos.

¡Pero, igual que sus colegas de gabinete, se regodean en causar confusión y caos con sus diarios disparates de pensamiento, palabra, obra y omisión!

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