Por el bien común

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Por el bien común
Qué bien nos vendría un cambio de mentalidad y de actitud. La movilidad mejoraría y el genio se nos agriaría menos

Hemos insistido desde estas páginas acerca de la necesidad de respetar el espacio público en El Poblado. No es un tema menor, pues está ligado directamente a la movilidad, considerado uno de los mayores dolores de cabeza -para muchos el mayor- de la comuna 14.
Los abusos que cometen los ciudadanos a cada minuto con el espacio público, en este caso específico en vías y andenes, son causa significativa de los tacos y congestiones permanentes que tanto agrían el genio a quienes transitan por avenidas, transversales, calles, broches y carreras del sur de Medellín.

¿Qué sentido tiene seguir lamentándonos y atribuyéndole la culpa de la pesadez del tránsito al aumento imparable de las ventas de automóviles y motocicletas? No nos engañemos, eso no va a menguar, y en el fondo nadie quiere que disminuya, pues podría ser síntoma o incluso causa de un problema mayor, relacionado con una crisis económica y/o desempleo. Por lo pronto, entonces, los vehículos seguirán vendiéndose de manera exponencial y los ciudadanos endeudándose, halagados por promesas de promociones. Ahí, pues, no está la solución definitiva, como tampoco está en la construcción de nuevas vías, si nos atenemos a los efectos logrados por las pocas que se han hecho del Plan Vial de El Poblado. No solo porque están incompletas, sin otros proyectos complementarios, sino porque generan el efecto del embudo, como hasta ahora ha sucedido con el puente de la calle 4 Sur. Además, el número de proyectos urbanísticos se multiplica como por arte de magia, de modo que cada vez es mayor el número de habitantes de El Poblado y, por ende, de carros.
Lo que sí está hoy en nuestras manos para mejorar la movilidad, sin importar si hay o no cámaras de fotomultas u operativos de tránsito, es dejar de lado esos comportamientos egoístas que nos llevan a apropiarnos de las calzadas de las de por sí bien estrechas calles, como si fueran nuestras, para estacionar olímpicamente carros y motocicletas de uso personal, empresarial –¡hay empresas cuyo parqueadero de motos para el servicio a domicilio es la vía pública!– y hasta camiones de cargue y descargue de supermercados, de materiales de construcciones… etcétera. Abuso absoluto. Y, por supuesto, costoso. Bien cara es la construcción de una calzada, bien caros los procesos de Valorización, propaganda incluida, para que de un tajo anulemos esos esfuerzos ocupando lo que se construyó para circular, no para estacionar.

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Nada puede estar por encima del bien común. Ni siquiera las razones de tipo religioso que algunos invocan para que haya laxitud con el parqueo irregular y caótico en la Virgen de La Aguacatala, en la Avenida El Poblado, por ejemplo. En igual sentido podrían argumentar entonces los fieles de una iglesia cristiana o pentecostal o adventista, en caso de que hicieran tacos similares en otra vía.
¡Qué bien nos vendría un cambio de mentalidad y de actitud. La movilidad se mejoraría y el genio se nos agriaría menos!

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