Moderar el lenguaje: un mandato ciudadano

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/ Francisco Luis Valderrama A.*

Es tal el nivel de polarización en Colombia que va a ser necesario un proceso de paz paralelo entre los mismos defensores del statu quo. Increíble que la contradicción entre conceptos opuestos sentada en La Habana intente al menos ir más allá que quienes defienden la misma idea de país. La animadversión mutua, la lógica pasional de nuestra dirigencia, demanda otra mesa a la cual concurran no ya contrapartes opositoras sino los monólogos de quienes no obstante defender un mismo modelo político, económico y social, han sido incapaces de desarmar los ánimos y moderar el lenguaje para evitar una nueva espiral de violencia.

Mesa paralela en la cual una dirigencia que ha degradado la controversia política a niveles tan peligrosos sea obligada a construir un piso mínimo de civilidad y convivencia alrededor de acuerdos elementales como:

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  • Ni la afinidad ideológica ni la militancia política legitiman al delincuente o dignifican el delito
  • El comportamiento personal no tiene nada que ver con la estructura ideológica o política
  • La Constitución y las leyes aplican para todos y es deber acatarlas y respetarlas. Si no gustan, el mismo estado de derecho brinda los instrumentos para cambiarlas
  • Una opinión diferente es una fuente de riqueza y crecimiento social. No es posible gobernar exclusivamente con las ideas propias porque un gobernante lo es de todos, aun de quienes no lo votaron. Los demás cuentan así sea para moderar la idea propia
  • Tiene que existir la disposición de aceptar que el de enfrente puede tener razón o que la idea propia puede estar equivocada
  • La deshonestidad intelectual existe en las dos orillas
  • La presunción de la buena fe de los afines es tan dañina como la de mala fe en los contradictores
  • Defender el proceso de paz no es criminal como no lo es cuestionarlo. La paz es una construcción colectiva que demanda y exige la participación de todos los actores políticos, sin que pueda excluirse ninguno
  • Quien con su discurso legitima la violencia merece repudio como lo merece quien con su silencio la tolera. Nada justifica dar piso político o ético al desafuero
  • La paz no consiste en la comodidad de unos en desmedro de la dignidad de otros.
  • Esté en una u otra orilla, terrorista es quien derive dividendos políticos, sociales o económicos del miedo
  • Quien se conduce en forma correcta sin que para ello sea menester estar vigilado; quien exige de sí los mismos patrones de comportamiento que exige a los demás; quien es con los demás tan tolerante como lo es con los afectos y defectos propios; quien respeta los derechos de los demás, es un buen ciudadano y Colombia lo necesita


Es cierto que los colombianos están hastiados de quienes con su acción demencial no solo han causado destrucción y muerte sino que han hecho imposible el surgimiento de opciones políticas diferentes, pero también lo están con quienes quieren impedir a sangre y fuego el necesario aireamiento de un desueto modelo político que ha sido incapaz de construir un país viable donde quepamos todos. Que los fanáticos de un lado no sigan cometiendo la estupidez de servir de excusa para que los retrógrados del otro impidan o retrasen las reformas políticas, económicas y sociales que el país pide a gritos, ni la de justificar la existencia de quienes descreen de la posibilidad de convivencia en condiciones de equidad y dignidad para todos.

Pensar distinto es un derecho que deberíamos poder disfrutar colectivamente sin criminalizar a quien lo hace. Solo basta reconocer dignidad en el de enfrente y aceptar la posibilidad de convivencia con lo que no se comparte.

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