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Mal preparados

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Mal preparados
 
  Miles y miles de palabras hemos escrito en las páginas de Vivir en El Poblado sobre la importancia de la participación ciudadana en los asuntos públicos, sobre la necesidad de implementar veedurías profesionales, serias y eficientes, sobre el valor del trabajo cívico, sobre la asistencia a las asambleas de copropietarios y a las reuniones de comités cívicos y juntas, en fin, siempre hemos defendido la idea de que los asuntos públicos son de todos y a todos nos corresponde aportar nuestro grano de arena en la gestión de lo público.
Desde el lado de los ciudadanos, de la gente del común, las cosas deben ser así. Pero esto no significa que a los funcionarios del Estado no les corresponda aportar su parte en esta arelación. No han sido una, ni dos, no tres las veces en las que en reuniones a las que convocan a la comunidad o a sus representantes, los funcionarios públicos llegan totalmente desorientados sobre el objeto del encuentro, ignorantes de lo que pasó en la reunión anterior, o simplemente mal preparados, con la tarea sin hacer, sin saber adónde y a qué fue que los mandó su jefe.
Creemos que esto, que pasó una vez más en esta quincena, esta vez en la reunión de una Comisión Accidental del Concejo Municipal sobre los problemas de la Zona Rosa con unos funcionarios de la Secretaría de Gobierno que llegaron mal preparados y sin cumplir las tareas asignadas a ese despacho en la reunión anterior, es sintomático de la administración pública. Los miembros de la comunidad que estaban allí mostraron su malestar y descontento con esto y así lo hicieron saber. Nosotros pensamos que esto, que tantas veces ha pasado, es cuando menos evidencia de las dificultades administrativas y de gestión del Estado, cuando no del valor que le dan muchos funcionarios a sus encuentros con la comunidad y a la participación ciudadana en los asuntos públicos.
Esta vez se les pidió a los funcionarios traer la tarea hecha para la próxima reunión. Pero el resultado es tan desalentador para las personas que se toman el trabajo de ir a esas reuniones, que se podría comparar con un atentado contra la participación ciudadana. Los asistentes a estas reuniones tienen que quitarle tiempo a sus actividades laborales y familiares, para poder estudiar documentos, aprender a desenvolverse entre la burocracia estatal, escribir cartas, convocar a sus vecinos, informarles de los resultados de sus gestiones, etcétera. Y entienden cosas como las mencionadas como una burla a su interés y dedicación. Solo los que tienen la piel más dura, aguantan desinfle tras desinfle hasta que logran algún resultado, por magro que sea, después de meses de gestiones. Pero muchos desisten, y así, poco a poco, se mantiene esa percepción negativa que ronda el trabajo público. Debería ser el Estado el más interesado en que esto no fuera así. El pobre desempeño laboral de tantos empleados públicos que tienen contacto directo con los ciudadanos, es de las primeras cosas que deben corregir, para beneficio de todos.
 
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