La libertad de no atarse a una sola identidad

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Vivir en El Poblado inicia desde esta semana un seriado con mujeres que crean e inspiran desde el liderazgo y el posicionamiento femenino.

Hoy: María Alejandra González Pérez.

Ella se presenta como María Alejandra, pero según el interlocutor y el escenario puede ser Alex, María, Alejandra, la profesora María Alejandra. Ella opta por tener varias identidades a la mano y mostrarlas según le convenga, o mejor, como les convenga a quienes la rodean.

Su hoja de vida profesional la describe como profesora titular de la Escuela de Administración en Eafit y presidenta regional para América Latina y el Caribe de la Academia de Negocios Internacionales hasta 2021. Además, integra el Consejo Global del Consejo del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 1 (Cero pobreza) de la cumbre del gobierno mundial. Cuenta con un PhD en Comercio (Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial) y una Maestría en Relaciones Industriales y Gerencia de Recursos Humanos de la Universidad Nacional de Irlanda y le siguen un cúmulo de cargos y roles desempeñados a lo largo de su carrera.

Sin embargo, se presenta a secas como María Alejandra, sabiendo que es posible tener varias versiones de sí misma. Como cuando estuvo viviendo en Londres y necesitaba conseguir un trabajo mientras estudiaba. “¿De qué me servía tener una hoja de vida bien extensa para trabajar como mesera?”, entonces diseñó su currículo con base en lo que le exigían para conseguir el puesto.

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Para cada escenario tiene su propia carta. La primera que se jugó en la vida fue como psicóloga clínica, la profesión que eligió en sus comienzos y en la que recibió su primer grado en la UPB. Hoy esa identidad no la representa, pero le sirvió para abrirse camino como mujer en ámbitos en los que había dominio masculino.

Hizo la práctica profesional en el campus de la Universidad de Granada, en Ceuta, territorio español anclado en el continente africano. Fue allí donde supo que no podía estar compactada en una misma estructura y experimentó sus primeras sensaciones de vulnerabilidad.

Luego trabajó en una empresa bananera y comenzó a verse sola entre hombres. En los cargos gerenciales, en juntas directivas, en comités, en las visitas que debía atender. No estaba acostumbrada a ello: en su casa otra ha sido la mayoría, con su mamá y sus tres hermanas en compañía de su papá.

Un punto de inflexión

Tiempo después, prestando sus servicios a otra empresa inglesa, tuvo que realizar una auditoría en plantaciones bananeras en Centroamérica. Al revisar los cuestionarios que les debía hacer a los trabajadores, notó preguntas como si a las mujeres les pagaban igual que a los hombres, si les daban licencias de maternidad, entre otras.

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“¿Cómo se les podía preguntar eso a seres humanos? Me sentía en la ingenuidad más ridícula”.

Fue así como descubrió que en esas vulnerabilidades podía hallar aspectos especiales que le permitirían desatarse de sus principios y ser flexible frente a lo que quería ser.

“Es un lujo poder adaptarse, construirse, tener la tranquilidad de que uno puede comenzar de cero y sentirse cómoda con muchas facetas”, expresa.

Hoy, María Alejandra disfruta de la posibilidad que le da no estar encasillada en alguna categoría especial y de poder editar su vida constantemente, ejerciendo el rol que le permita hacerse bien a sí misma pero, en especial, a los demás.

Por: Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]

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