Un evento que no merece improvisación

Empieza esta semana la Feria de las Flores de Medellín, nuestro gran encuentro cultural. Una fiesta patrimonial que requiere planeación, recursos y mucho amor.

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Desde hace 66 años, los medellinenses nos hemos acostumbrado a celebrar, entre julio y agosto, nuestra gran fiesta anual. Con flores, bombos y platillos; con música y baile; con turistas de todas partes; y, sobre todo, con mucho orgullo, porque es una fiesta de la cultura antioqueña, linda, colorida, multitudinaria, con eventos para todos los gustos.

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Agosto de 1957 es la fecha fundacional de la Feria de las Flores, con el Desfile de Silleteros como punto central, porque es el año en el que se unieron los diferentes eventos que, desde años atrás, venía promoviendo en Medellín la Sociedad de Mejoras Públicas. Según el historiador Rodrigo García Estrada, los antecedentes de nuestra fiesta mayor se remontan a la Exposición Anual de Flores, Frutas y Hortalizas, organizada en 1906, con el objeto de “premiar todo producto de la tierra que a juicio del jurado respectivo sea merecedor de recompensa”, y, posteriormente, a las Fiestas de Juegos Florales, promovidas por el “Cuadro de Honor”, las damas de la SMP, desde 1912. A partir de 1917, cada año se empezó a realizar en Medellín la Fiesta de las Flores, en fechas y lugares distintos.

1957 es la fecha fundacional de la Feria de las Flores, con el Desfile de Silleteros como punto central, porque es el año en el que se unieron los diferentes eventos que, desde años atrás, venía promoviendo en Medellín la Sociedad de Mejoras Públicas.

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Después de 1950, dice el historiador, se incluyen en estas fiestas a los silleteros de Santa Elena, que vendían en las plazas de mercado las flores silvestres y cultivadas en la región. En 1957, la Oficina de Turismo y Fomento de Medellín, dirigida por Arturo Uribe Arango, retomó esta tradición de hacer un homenaje a las flores y a sus cultivadores, y estableció el primer gran Desfile de Silleteros.

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Nuestra fiesta mayor, entonces, tiene arraigo en muchas generaciones de Antioquia. Los historiadores han encontrado la tradición de los silleteros en los caminos empinados y pedregosos del Oriente antioqueño: el cajón que sostenían en sus cabezas con un cargador de cabuya para recoger la leña y los productos agrícolas se transformó en la silleta para transportar enfermos y viajeros. Y después, en el instrumento para bajar las flores de las veredas y venderlas en las calles y en las plazas de mercado. Fotografías de inicios del siglo XX, tomadas por la familia Rodríguez y por Gabriel Carvajal, custodiadas por el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto, dan cuenta de esta tradición.

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Es por eso por lo que siempre celebramos la llegada de la Feria de las Flores. Por ser un patrimonio cultural de los medellinenses, es una fiesta que merece planeación, creatividad, recursos y, sobre todo, mucho amor. De ahí la preocupación que ha surgido en todos los ámbitos por la improvisación que ha caracterizado a la Feria de las Flores 2023, y la evidencia de que la secretaría de Cultura no reservó los recursos suficientes para realizar su último gran evento. Estamos a la expectativa. Ojalá honren nuestra historia y nuestra tradición.

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