La expansión del Mamm vista por sus fundadores

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El 3 de septiembre abre sus puertas el nuevo edificio del Museo de Arte Moderno de Medellín. Exposiciones, conciertos al aire libre, teatro, cine, performance, y más. ¡Qué emoción la que despierta entre los hombres que lo soñaron!
Por Catalina Peláez

Está que llega a su fin la construcción del nuevo desarrollo del Museo de Arte Moderno (Mamm), que contará con un teatro para 256 personas, laboratorios para programas de educación y creación, salas de exposición adicionales, un salón de eventos, locales comerciales y amplias terrazas para disfrutar de la vista de la ciudad. Juan David Mejía, arquitecto y director del proyecto, dice con una amplia sonrisa: “Vamos en un 97 por ciento de ejecución de obra, empezamos el proceso de paisajismo y a sembrar algunas plantas, la constructora ya nos entregó algunas áreas”.

Viendo la imponencia del nuevo edificio, es preciso devolver la historia en el tiempo, y conocer cuál es ese sentimiento que genera este espacio entre los fundadores. “El museo históricamente fue fundado en la Galería de La Oficina, en 1978, cuando quedaba en la avenida La Playa. Invité a mis amigos a fundarlo”, recuerda Alberto Sierra.

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Transcurridos 37 años, los fundadores fueron invitados por las directivas del Museo para recorrer los nuevos espacios que hacen parte de su expansión. Estos son los sentimientos e impresiones en las voces de algunos de sus fundadores.

“La puerta del teatro, traída desde Estados Unidos y que se puede abrir para conectar al público de la plazoleta exterior con el escenario, fue muy esperada. En la ciudad no hay ningún edificio que tenga una puerta con esas características” Juan David Mejía
“En todo el proceso constructivo lo más complejo fue el teatro, porque en él, confluyeron seis o siete disciplinas. La coordinación de todas al mismo tiempo fue difícil; cada una tenía exigencias muy altas, requerimientos específicos y había que atenderlos a todos para lograr que ese lugar finalmente quedara con una excelente calidad sin que tuviéramos que sacrificar una cosa por otra”, dice Juan David Mejía, con quien recorrimos el nuevo edificio. Oírlo hablar y explicar cada detalle hace pensar que por los poros le brota amor infinito por ese imponente espacio, cuya construcción tuvo la fortuna de dirigir. Parados en el hall de entrada dice: “Acá pensamos en todo, entonces mandamos a construir estas canastas para que los estudiantes de los colegios que nos visiten, puedan depositar sus morrales al llegar al Museo”.



Rodrigo Callejas
“A mí me parece que todo el espacio es maravilloso. Valoro enormemente que hoy podamos tener el Mamm, después de haber trabajado con las uñas durante tantos años. Quienes lo fundamos, estamos muy contentos de haber llegado hasta este punto y de haber recibido ese invaluable apoyo de la Alcaldía de Medellín y de la empresa privada para lograr materializar el sueño.

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Recorriendo el nuevo edificio, experimenté una sensación muy agradable cuando entré al teatro y a las salas de exhibición”, comenta Rodrigo Callejas, uno de los fundadores del Museo, quien agrega: “El Mamm en sus inicios pasó por momentos de mucha pobreza; nunca pensé que se pudiera materializar algo así”.



Alberto Sierra
“A mi juicio, hay dos espacios supremamente importantes. Uno es el laboratorio de experimentación sonora y el otro, el teatro. Sin embargo, yo adoro Talleres Robledo, la sombra que proporciona, esa gran altura con ese techo a dos aguas…”, comenta Alberto Sierra, fundador del Mamm, arquitecto, crítico, coleccionista de arte y además dueño de la Galería de La Oficina. Recuerda además el año 1982, cuando el presidente de la época, Belisario Betancur, entregó un espacio en el barrio Carlos E. Restrepo, donde por muchos años prestó servicios el Museo. “Ese era un sitio comunal y ese barrio era maravilloso porque vivían profesores universitarios y era un lugar de tránsito obligado para la Universidad Nacional”, dice Sierra con nostalgia y emoción.

 


Álvaro Marín

“Es un espacio polifuncional. Me puso los pelos de punta porque llegamos al futuro”, comenta entre carcajadas Álvaro Marín y con efusividad continúa hablando, casi sin tomar aire: “Los sistemas de enfriamiento para la conservación de las obras y los espacios de exposición son de una elasticidad y proporciones únicas. Estas y muchas cosas más, hacen que me pellizque y diga: ¡Qué bueno, esto es de la ciudad y los artistas, esta es la punta de la lanza! Llegar a este punto nos ha costado sangre, sudor, lágrimas y bastante licor, pero bien tomado”, dice Marín.

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