La cultura del cansancio

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Respire profundo. Sí profundo. Es decir, cierre los ojos y, contando hasta 30, llene de aire sus pulmones y tómese el tiempo para exhalar. 

¿Qué le dice su cuerpo? 

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Más allá de su mente. Usted habita un espacio físico y energético que habla, a través del movimiento, de sus dolores y sus achaques. Deje ese resultado ahí por un instante.

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Soy un apasionado por la etimología, y hace poco descubrí que la palabra cultura viene del latin cultum (= cultivar), significa etimológicamente cultivo. Es así como la agricultura, cultivo del campo, y otras variaciones de la palabra nos dejan todo para sembrar.

Ahora bien, ¿Cuál es su autocultura?

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Estamos tan apegados al modelo de trabajo occidental de laborar cuántas horas sean necesarias, a costa de nosotros mismos incluso, para cumplir un objetivo… Y sí tiene claro el objetivo dese por bien servido. 

No paramos a descansar nuestros ojos, después de ver una luz brillante por +12h. El cuello de la mayoría de personas que conozco es un cúmulo de estrés de cargar maletas que nadie nos pide cargar. Y la mayor tragedia que evidencio es que si la premisa: “somos lo que comemos”, es cierta, perdimos la pelea al no utilizar un verbo como alimentar en la frase.

Estamos en un escenario social en el que víctima y verdugo son la misma persona. Ya no hay dictadura o tiranía que nos someta. Nos bastamos a nosotros mismos para explotarnos hasta el cansancio y llegar a gatas a la cama con el yunque (el móvil) en mano, para “recargar”, si el bruxismo nos deja, una noche más.

Yo me m*m* de andar cansado todo el tiempo. De que el agotamiento, la frustración y la depresión tocaran mi puerta día a día, dándome un paso a paso que seguía al píe de la letra.

Después de vivir días enteros en mi mente, pensando en todo lo que debería hacer, en todo lo que debí haber hecho, revisaba constantemente el “feed” de múltiples aplicaciones para seguirme dando el palo necesario y aceptar que todavía me falta trabajar para lograr…

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Me propuse seguir un camino de autenticidad, en dónde decir palabras como “No -disculpa pero hoy necesito descansar-, no quiero gracias” se convirtieron en cotidianidad. 

Cómo un perito de los 80’s después de un viaje astral, pude reconocer que en la incapacidad mental y física no hay desidia, al contrario, hay autonomía.

Entendí que la mejor manera de entenderme no es a través de mi cabeza, es a través de las señales más básicas del cuerpo que me llevan a la presencia: ¿cómo estoy yendo al baño?, ¿como se siente mi cuerpo?, ¿cómo habito mi templo (cuerpo)? Simple.

Ojo, no es fácil. Porque saber sin hacer es no saber. Hay que ser duro con el proceso y suave con la persona. Decidir sonreirle al sol ó a la lluvia. Dejar el celular en la casa y salir a caminar por 20-30 minutos al día con el único propósito de no hacer nada. 

Maravillarse, encontrar en lo cotidiano una razón más para celebrar la vida y entender que así cómo al principio de esta entrega, la autocultura empieza por el autoconocimiento. Y no hay mejor forma de hacerlo que escuchando el cuerpo.

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