Encuentros ciudadanos, no encerronas

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El presidente Petro es el mandatario de todos los colombianos, no solo de los áulicos o de los que lo aplauden a rabiar en las plazas públicas.

Uno de los temas que hacen parte de la agenda noticiosa diaria en Colombia es otra agenda: la del presidente Petro. O mejor: la falta de agenda. O, para ser más precisos: la no-agenda, la agenda incumplida, la agenda que nunca fue…

El medio digital La Silla Vacía ya instaló una especie de “contador de desplantes”, a sabiendas de que esos números son dinámicos. Según su publicación del 24 de julio, el presidente había cancelado 82 eventos públicos desde su posesión, pero a ese número le faltaban datos: las dos reuniones que tenía programadas el 17 de agosto en Cartagena, con los empresarios de la ANDI y con la comunidad que asistiría al Diálogo Social por la Seguridad, la Paz y la Vida.

Nunca antes, en 79 años de historia de la ANDI, un mandatario nacional había faltado a esta cita, que se ha convertido en el encuentro clave anual del Gobierno Nacional con el empresariado. Y por lo visto en este primer año de gobierno, se trata de un estilo al que nos tocará acostumbrarnos.

“Los departamentos y municipios vemos con desesperanza la actitud del Gobierno Nacional de hacer oídos sordos”: FND

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“Al presidente no lo pueden llevar a groseras encerronas”, dijo Petro ante las críticas. Encerrona, dice el diccionario de la RAE, es “situación, preparada de antemano, en que se coloca a alguien para obligarlo a que haga algo contra su voluntad”. Hay que recordarle al primer mandatario que fue por su propia voluntad que él decidió presentar su nombre a los colombianos para que fuera elegido en ese cargo; un cargo de dignatario -con impronta de dignidad-, con todos sus bemoles, lo bueno, lo malo y lo feo.
Un evento ciudadano no debe tomarse como una “encerrona”, sino como un encuentro para el intercambio de ideas, para la discusión, para la búsqueda de consensos y la tramitación de los conflictos. Quienes toman la decisión de ocupar cargos públicos deben saber que someten su vida al escrutinio (no es casual la doble acepción de esta palabra: “Examen y averiguación exacta y diligente…” y “Reconocimiento y cómputo de los votos…”).

Es tan válido el enojo de los empresarios de la ANDI por el desplante del presidente, como el de los gobernadores de todos los departamentos del país, que enviaron el 14 de agosto un mensaje desesperado: “Con enorme desasosiego, los gobernadores de Colombia alzamos -nuevamente- nuestras voces para expresar que, a pesar de nuestros esfuerzos, sentimos cada vez más agotados los canales de comunicación con el Gobierno Nacional para lograr que se escuche la voz de las regiones. (…) Los departamentos y municipios vemos con desesperanza la actitud del Gobierno Nacional de hacer oídos sordos” dice el comunicado de la Federación Nacional de Departamentos (FND).

La respuesta a este mensaje angustioso fue un portazo del ministro del Interior, Luis Fernando Velasco: “Dejemos de ser hipócritas”. Mala señal. El presidente debe recordar que es el mandatario de todos los colombianos, no solo de los áulicos o de los que lo aplauden a rabiar en las plazas públicas que él escoge, en los momentos que él decide, para que escuchen el monólogo que él ha preparado -o improvisado-. Alguien le debe decir que ya no está en campaña, sino gobernando. Ojalá escuche.

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