Estigmatizando al visitante

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A la estigmatización resumible en “colombiano narco” se le agregó otra: “gringo consumidor”, usuario de drogas y de servicios sexuales. Y la descalificación y la generalización ahora nacen en estas calles. Estigmatizados que estigmatizan
Los tiempos cambiaron, pero todavía están frescos en la memoria del turista colombiano, con algunos episodios vigentes y tal vez inevitables, la marca negativa que representaba exhibir el pasaporte de tapas vinotinto ante un agente de inmigración en cualquier país o el temor de ser rechazado o conducido o demorado en esas mismas oficinas por razones de origen.

Por acciones, omisiones y hechos delincuenciales de una minoría, poderosa y estrafalaria, pero minoría, ser colombiano era una marca que se llevaba a inmigración y, lamentablemente, también por fuera de los aeropuertos, en pleno ejercicio del disfrute de ser turista: la comparación pesada en el registro en el hotel, la pregunta indiscreta en el bar, el mal chiste en una tienda de marca.

Estigmatizaciones que costaron dolor de patria y dolor personal, incomodidad, ofuscación. Y todavía hay rezagos.

De un tiempo a hoy, a la estigmatización resumible en “colombiano narco” se le agregó otra: “gringo consumidor”, usuario de drogas y de servicios sexuales. Y la descalificación y la generalización ahora nacen en estas mismas calles. Estigmatizados que estigmatizan. No todos.

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Ni colombiano es sinónimo de narco, ni gringo que recorre nuestra ciudad desde El Poblado, que se hospeda en hoteles, apartamentos amoblados u hostales y lleva mochila es usuario de drogas y de servicios sexuales. Ni el homicidio presentado el fin de semana en la Milla de Oro es tragedia de todos los días, ni fue porque la víctima fuera extranjera, según indagaciones preliminares. De generalizar ya hemos sufrido los efectos.

Es una mirada simple y necia, que pierde el contexto. En la década de los 90 las visitas de turistas eran calificadas como de elección riesgosa y solo por cuenta personal por parte del viajero. A Medellín no se debía venir. Sin embargo, tras un esfuerzo público y privado, hoy esta ciudad puede contar otras historias y mostrar logros.

Ese contexto que no se puede perder señala que el año pasado 549.455 viajeros llegaron a Medellín y que la ciudad del pasado, elegida si acaso para la celebración de eventos y convenciones, hoy presenta alternativas para los extranjeros: 89% de las visitas fue por motivo de vacaciones y el porcentaje restante, por razones laborales.

De la visita de un extranjero se derivan gastos en el comercio y los servicios locales (200 dólares diarios para los que vienen de paseo y 250 para los que viajaron a trabajar, según parámetros de la OMT), además un voz a voz internacional que reubica a Medellín en el mapa de destinos. Y para derribar otra generalización, el concepto de “turista gringo” es corto: de México, Argentina, Perú, Brasil y España también nos visitan.

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¿Son turistas de conducta integral e intachable? Es tan impreciso como decir “gringo consumidor”. Hay diversidad de comportamientos, pero el balance de la Policía señala que se trata de gentes que vienen a consumir ciudad: restaurantes, bares, tiendas de barrio, supermercados, centros comerciales, atractivos turísticos, eventos deportivos, museos, las escaleras, el cable…

Por supuesto, entre la diversa gama de comportamientos, está usar sustancias sicoactivas y pagar servicios sexuales, en una proporción todavía no determinada y, como lo señala la propia Policía, bajo una conducta que también puede caracterizar a los habitantes de Medellín y de cualquier ciudad del mundo.

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