El príncipe de los ojos azules

Es hijo de dos antioqueños muy conocidos: ella, María Cristina Restrepo, por su obra literaria (Al otro lado del mar, De una vez y para siempre, Amores sin tregua…) y él, Andrés Felipe Arias, por el escándalo de Agro Ingreso Seguro.

Los dos, ratones de biblioteca; los dos –cada uno a su manera- de pluma en ristre; los dos, apasionados por la historia de Roma.

Germánico es el nombre de la criatura, un libro salido del horno en plena cuarentena, luego de dos años de cocerlo a cuatro manos y a la distancia, con la paciencia y el rigor que exige un rompecabezas de cinco mil fichas. (La historia de cómo se escribió esta novela que no parece una novela, está perfecta para escribir una no-novela que parezca una novela).

La edición es bellísima, como bellísimo es el príncipe de los ojos azules, Tiberio Druso César Germánico, el General Germánico.

Bellísima e impecable, estuvo a cargo de la propia María Cristina. La portada, el papel, el tipo de letra, el diseño, el olor, el peso…, un verdadero banquete para los amantes de los libros físicos.

Muchos lo han comprado, según las listas de los más vendidos. (Imagino que más de uno por puro morbo o por compromiso político con Arias; los más, porque conocen la obra de Restrepo). ¿Todos lo habrán leído? ¿Habrán superado el agobio que producen tantos Cayos, Drusos, Tiberios, Césares, Agripinas, Julios, Julias, Antonios, Antonias?

Cuesta un poco recuperar el aliento con tal carrera de obstáculos.

Esa manía que tenían en la Roma Imperial de repetir nombres hasta el cansancio, ralentiza la lectura, sobre todo al comienzo. Lo cual, obvio, no es culpa de los autores que quisieron ceñirse a la verdad histórica –a veces farragosa- para recrear personajes y episodios, al punto en que no es fácil determinar hasta dónde llega la realidad y hasta dónde se atreve la ficción. (¿Qué decir de Ágata y el Pelirrojo, tan segundones ellos y tan determinantes a la hora de la verdad?).

El resultado: un pormenorizado viaje en el tiempo, interesante y revelador.

Con el paso de los años y de las páginas, cuando las presencias de Germánico y Agripina, se entreveran con otras que aportan intrigas, pasiones, traiciones, glorias y caídas, queda uno enganchado a ese ambiente de pueblos sometidos y tierras arrasadas, que caracterizó los años iniciales de nuestra era. Y que marcó derroteros –indelebles algunos- para el mundo y la humanidad.

Los ánimos de expansión gozan de cabal salud. Pero sin tanta calentura bajo las sábanas de por medio. O menos exquisitas, eso seguro.

ETCÉTERA: Ya untados de libros, aquí van dos títulos más, muy distintos entre sí: Los errantes de la Premio Nobel polaca (2018), OlgaTokarczuk (Anagrama). Un libro extraño, profundo, denso, pesado. Puede gustar mucho o no gustar nada. Yo lo recomiendo, en materia de gustos… Y Conquistar el Cielo del fenómeno editorial italiano, Paolo Giordano (Salamandra), el mismo de La soledad de los números primos, una novela tan fascinante como desoladora. Escribe como los dioses, a mi juicio –subjetivo y discutible- en esta reciente publicación, la forma supera, de lejos, al fondo. También vale la pena. Cada lector tiene la última palabra.

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