El otro abuelo de Daniela Abad

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La cineasta italocolombiana, de Carta a una sombra, enfocada en su abuelo Héctor Abad Gómez, ahora lanza The Smiling Lombana, sobre la vida de su abuelo materno Tito Lombana.

Por: Claudia  Arias Villegas / [email protected] 

Hasta que lo conoció cuando tenía once años, justo un mes antes de que él falleciera a los 67, su abuelo materno fue “una figura que no estaba… recuerdo que se decía el nombre de Tito y había una incomodidad, aunque mi abuela Laura lo recuerda mucho, pero no se podía profundizar”, cuenta Daniela Abad Lombana. Fue esa sombra del hombre al que solo vio una vez en la vida, lo que la llevó a indagar sobre él.

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A sus 32 años y radicada en Medellín, Daniela Abad siente que ha encontrado el lugar donde se siente más libre para ser ella misma. Nació en Turín y ha vivido aquí y allá, y en Barcelona donde estudió cine; no sabía bien donde establecerse, pero hace cinco años se radicó en nuestra ciudad, “un acto de resistencia, pues es duro evidenciar ciertos valores con los que convivimos”; igual esta capital vio pasar la vida de sus dos abuelos, la inspiración para sus películas.

Contar, no juzgar

Daniela Abad visitó a Tito en compañía de su madre Bárbara, que para entonces llevaba 20 años sin verlo. Sabía poco de él: que era de Cartagena y que era autor de la escultura de los Zapatos viejos; el porqué la distancia de su abuela y su madre con él, y el porqué solo su tía Mónica mantuvo la relación, eran un misterio. Es su búsqueda, que va develando a un artista virtuoso, a un hombre atlético y contradictorio, la que Daniela Abad comparte en The Smiling Lombana, que se estrena este jueves 17 de enero.

Sorpresiva y emocionante, esta película, que recoge un amplio material de videos caseros, muestra la capacidad de Daniela Abad de reconstruir una historia a pesar de los obstáculos: de la resistencia de parte de su familia, de la dificultad de hablar sobre algunos temas; y lo hace sin juzgar, lo cual le agrega un valor enorme. Preguntas quedan muchas, como ella misma lo dice al final del documental: “Mientras más trato de averiguar quién era este hombre sonriente, más se aleja de mí su imagen”, pero haberlo hecho es un descanso, aclara.

“Espero que la película genere conversaciones, preguntas, temas que son importantes para Medellín. Hay que hablar de las cosas que no se puede hablar, para dejar de hablar de ellas”, concluye.

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