El origen de una relación ancestral

Una reflexión a partir del origen de la palabra “parentesco”. ¿Quiénes son las personas y a qué familia pertenecemos?

Hace unos días leí la palabra kinship, traducida al español como “parentesco”. Desde una definición humano-céntrica: la sangre y el linaje de nuestra familia; desde una mirada biológica: el código genético que compartimos con un ancestro común. Había algo que no terminaba de encajar sobre esta palabra; en la traducción se enmarca como un sustantivo, y en el libro, como un verbo. No solo se refería a un linaje en común, sino también a lo que hacemos para relacionarnos con otros humanos, y no-humanos, incluyendo las especies con quienes compartimos el aire, el agua, el suelo, el sol y la luna. Del latín parentes, “el padre y la madre”; en el lenguaje común “personas de la misma familia”. Pero ¿quiénes son las personas y a que familias pertenecen?

La palabra “persona” ha evolucionado mucho, comenzando por la definición antigua romana de “máscara del actor”, pasando por “entidad humana” hasta llegar a miradas más amplias, como el caso de Sara, la orangután quién se convirtió en persona en Argentina, o el río Whanganui en Nueva Zelanda, a quien se le otorgó personería jurídica. Esto quiere decir que el planeta está repleto de personas, y solo algunas de ellas son humanas, ¡no todas las personas son humanas! Ahora bien, ¿a qué familia pertenecen las personas?

Evolutivamente, la vida que hoy se expresa en el planeta existe gracias a una relación endosimbiótica ancestral, un fenómeno donde una bacteria pequeña (hija), capaz de producir energía a partir de la luz del sol, es absorbida por otra bacteria más grande (madre) para formar un nuevo organismo en una relación recíproca y benéfica para ambas.

El significado de parentesco que leía en el libro cobró valor: el parentesco que tenemos con otras personas humanas y no-humanas son las relaciones que sostenemos con estas. La escritora Robin Wall Kimmerer, en el libro Kinship, belonging in a world of relation, lo relata de manera maravillosa: “Aceptar nuestro parentesco tiene un costo de obligación recíproca, ser familia significa cuidarse unos a otros. El parentesco real surge cuando nos damos cuenta de que tenemos un futuro común, que nuestros destinos están entrelazados. Lo que nos pasa, te pasa a ti”.

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