El Hoyo de El Poblado

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Si algún barrio de El Poblado es prácticamente invisible, ese es El Hoyo. Para encontrarlo hay que saber que existe
 

Al transitar en carro por la Transversal Inferior entre las lomas de Los Parra y Los González hay un giro casi imperceptible a mano derecha. Al avanzar unos pocos metros, el camino se torna en una estrecha y marcada pendiente al fondo de la cual se encuentra el barrio El Hoyo. En vehículo bajan los porfiados, los que saben retroceder en loma, y los demás llegamos a pie.
El Hoyo está compuesto por aproximadamente 60 viviendas, algunas de ellas de bahareque y tapia, pues datan de hace más de 90 años. Se comunican entre sí por estrechos caminos, los cuales confluyen a la única vía de entrada y salida, la loma citada.
Si se miran los mapas de Planeación Municipal, al estar situado en la transversal 2 con la carrera 30, interior 4, El Hoyo pertenece oficialmente al barrio La Florida. Sin embargo, está bajo la jurisdicción de la Junta de Acción Comunal de la Loma de Los Parra, que a su vez pertenece, según decreto oficial, a Los Naranjos, uno de los 22 barrios en que está dividido El Poblado. Esta confusión de límites ocurre con frecuencia en la comuna 14, pero, en síntesis, los habitantes de El Hoyo se consideran simplemente de El Hoyo, y de El Poblado, claro.

Se creció El Hoyo
Javier Suárez Acosta vive hace 20 años en El Hoyo. Mientras lava su carro en la vía principal del barrio, recuerda que cuando llegó, este camino parecía de herradura. “La entrada era muy difícil, era puro pantano con rieles y no había ni acueducto ni alcantarillado. Yo trabajaba con el alcalde Juan Gómez y logramos conseguirnos con él que pavimentaran este ingreso al barrio”.

Desde entonces, el sector ha continuado creciendo y progresando y cuenta con servicios públicos. Está en el estrato 2 y no lo habitan más de 300 personas, de todas las generaciones.

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Sus primeros habitantes fueron trabajadores de las casas de campo de “los ricos de El Poblado”. Eran mayordomos o jardineros a quienes sus patrones tenían por costumbre regalarles un pedazo de tierra para que construyeran sus casas. Así fue como surgieron varios de los sectores populares de la comuna 14.

Otra de las bases de la economía del barrio durante muchos años fue la elaboración de jalea. De ahí que cuando Javier Suárez empezó a construir su vivienda se sorprendió con los centenares de huesos que aparecieron durante las excavaciones. “Fue cuando me explicaron que eran las patas de res con las que hacían las gelatinas, ya que las tiraban antes a ese lote”.

Luego, a medida que fueron creciendo las familias, El Hoyo se fue poblando también con albañiles y trabajadores de la construcción, personas cuya mano de obra ha sido notoria en el proceso constructivo de El Poblado. Hoy en día, muchos de los residentes de El Hoyo, hombres y mujeres, también laboran en los centros comerciales vecinos y varios trabajan con entidades oficiales.

Javier Suárez
Blanca Inés Berrío

Entre lo bueno y lo malo

Una de las más antiguas residentes de El Hoyo es Blanca Inés Berrío. Cuando llegó hace más de medio siglo y hasta no hace más de 15 años lavaba la ropa en la quebrada La Escopetería y luchaba por no caerse en el pantanero que era la vía de entrada.
Al igual que sus vecinos, Blanca Inés resalta hoy la tranquilidad de El Hoyo, el silencio que se siente a partir de las 8 de la noche, la seguridad con la que pueden dejar día y noche puertas y ventanas abiertas, o la ropa secando afuera sin el riesgo de que se la roben. Además, destaca la ventaja de ser del estrato 2 en medio de un barrio que considera de lujo, como El Poblado. “Los servicios nos llegan muy bajitos”, dice, pero también lamenta la dificultad que tiene para salir del sector. “Subo la loma caminando pero me canso mucho porque tengo 77 años y debo hacer varias paradas”. Lo peor es que un hijo suyo es candidato para un trasplante al corazón y salir de El Hoyo para él es imposible, a no ser en la moto de algún vecino.

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Sin recreación

Coinciden los habitantes de El Hoyo en que la principal carencia en este sector es un espacio para la recreación de niños y adolescentes. Aunque tienen resueltas sus necesidades educativas con instituciones como Santa Catalina de Siena, no hay canchas, ni juegos infantiles ni un espacio amplio donde correr o jugar pelota. Dada la ubicación del barrio en una hondonada, la sensación de encierro puede incrementarse si no hay sitios para el deporte. En varias oportunidades han solicitado al Municipio una solución a este problema pero hasta el momento no han obtenido respuesta. Si miran a su alrededor, solo se destacan algunos edificios y construcciones como La Escopetería, Hills, Gibraltar y Jardín de Sausalito.

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