El arte de la manipulación

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Podemos llegar a ser títeres movidos por manos invisibles y precipitarnos como una manada en la defensa de unos intereses que nada tienen que ver con los del país o que, incluso, pueden amenazar nuestro futuro
/ Héctor Escobar Restrepo
No tenemos idea de lo que pasa; vemos en la superficie aguas turbulentas, pero no sabemos qué fuerzas se están moviendo en el fondo. Las profundidades normalmente son oscuras.

Leemos la prensa, oímos la radio y vemos noticieros. Sin embargo, es muy probable que estemos altamente desinformados… e intoxicados. Los medios tienen la capacidad de seleccionar lo que es noticia y la forma en que se presenta. No todo lo que ocurre se muestra y, en algunas ocasiones, hechos que no han ocurrido, los medios se ocupan de crearlos.

Cuando George W. Bush decidió invadir Irak, las grandes cadenas de televisión transmitieron dia y noche todo lo que estaba ocurriendo. Vimos en directo aviones soltando sobre Bagdad su carga de muerte y helicópteros artillados ametrallando todo lo que tuviera vida. Fuimos testigos de la forma en que Saddam Hussein fue atrapado en el fondo de un hueco y cómo fue humillado con su ejecución en la horca. Finalmente nos mostraron a Bush, desde un portaaviones, reportando al pueblo americano que la batalla había terminado, y que solo quedaban por controlar pequeños focos de resistencia. El tirano había caído y el mundo podía dormir tranquilo.

Grandes medios americanos participaron en el montaje del tinglado. Aunque a la gente no le quedaba muy claro de qué se trataba – si era un castigo por el atentado de las torres gemelas, o porque se corría grave riesgo por unas supuestas armas de destrucción masiva, o porque era deber de los Estados Unidos implantar la democracia en un país sometido a una dictadura despótica-, la aprobación de Bush alcanzó niveles del 70%. Los medios habían hecho el trabajo de acolitar la versión oficial y esto se reflejó en un abrumador respaldo al presidente.

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Sin embargo, el mundo paulatinamente fue confirmando lo que muchos intuían: que las industrias del petróleo y la armamentista estaban detrás de todo. El tiempo fue pasando y las cosas fueron quedando claras… pero en el olvido. Los interesados habían conseguido lo que querían y hoy muy pocos saben quién es Dick Cheney. De más de un millón de iraquíes muertos y miles de muchachos americanos e ingleses sacrificados tampoco hay memoria. Países en medio de la destrucción y el caos, cientos de miles de refugiados, nuevos grupos de fanáticos embrutecidos por el odio, es la herencia que nos dejó un conflicto inventado. Y a diario nos siguen estallando sus consecuencias.

Todo esto para mostrar cómo un país entero puede ser manipulado por grandes y oscuros intereses. Podemos llegar a ser títeres movidos por manos invisibles y precipitarnos como una manada en la defensa de unos intereses que nada tienen que ver con los del país o que, incluso, pueden amenazar nuestro futuro.

Miremos el mismo tema desde otra perspectiva. En nuestro mundo de hoy las redes sociales tienen un gran protagonismo en la difusión de mensajes políticos. Si en general el colombiano medio no tiene el hábito de la lectura, cuando hablamos de la gente jóven ahí sí el asunto es como para llorar: cualquier texto de más de tres renglones ya es un ladrillo indigerible. Las redes sociales son entonces una modalidad perfecta para crear opinión desinformada, que es lo que en últimas se propone la propaganda política.

Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda nazi, escribió once famosos principios de los cuales transcribo dos que considero pertinentes: 1. Principio de la Vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida…”. 2. Principio de orquestación: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto”.

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Algunos movimientos políticos tienen gente dedicada a producir este tipo de mensajes en las redes sociales : frases muy cortas – o simplemente imágenes o caricaturas – que repiten hasta el cansancio una idea simple y elemental. Los usuarios mansamente y sin que nadie se los pida, cumplen el papel de multiplicadores. En muchos casos son mensajes sin contenido conceptual y están dirigidos solo a generar emociones, particularmente odio, y son reenviados como jugando.

Un comentario al margen: aunque el odio da muchos réditos políticos – basta mirar a Donald Trump -, jugar con él puede ser peligroso, puede producir candela . Por lo menos eso es lo que nos dice la Historia, la universal y la nuestra.

¿Cómo defenderse uno de la manipulación mediática? No lo sé… O tal vez se me ocurren algunas cosas elementales. La primera es ser malpensados y preguntarnos siempre frente a un mensaje: ¿Cui bono? Esto es, ¿quién se beneficia?, que es el punto de partida de quien comienza a investigar un crimen.

La otra es no quedarnos con una sola versión: verificar y contrastar lo que se nos dice. Por fortuna la tecnología de hoy nos permite fácilmente ampliar el número de medios que consultamos. Acercarnos a ellos con una visión crítica, nos hará posible ir distinguiendo quién es quién en esta maraña de medios que se disputan nuestra atención.

Y, sea cual sea su origen, buscar contextualizar lo que nos entregan: ampliar el campo de visión, mirar más allá del entorno inmediato, investigar qué partidos son voceros de qué tipos de grupos de interés, darnos la posibilidad de conocer más a fondo, y no sólo geográficamente, el país en que nacimos. Todo esto podría actuar como antídoto de la escopolamina informativa, esa sustancia que nos deja sin voluntad, a merced de lo que quieran hacer con nosotros.

En todo caso lo que no tiene sentido es caer en el fanatismo y la intolerancia: siempre debemos considerar la posibilidad de estar equivocados. ¡Sería denigrante permitir que no solo sean manipulados nuestros pensamientos…, sino también nuestras emociones! ¡Qué rabia!

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