Costo, precio y valor. Caro o barato

- Publicidad -

Costo, precio y valor. Caro o barato
Una de las cosas más perjudiciales para nuestra cultura gastronómica en crecimiento es la guerra del centavo
/ Álvaro Molina

No hay que hacer un análisis antropológico muy profundo para saber que a los antioqueños nos gusta pedir rebaja, nos encanta lo barato y a veces nos duele pagar ciertas cosas. Muchos prefieren llenarse con tres empanadas y una gaseosa, a comer bien, si les toca meterse la mano al bolsillo. Una cosa muy distinta es cuando viajamos viaticando por cuenta de la empresa y pagamos, felices, facturas aterradoras en ciudades como Bogotá o Cartagena.

En cuestión de comida, para mí no hay barato o caro, simplemente cuando es rico nunca me parece caro, maluco todo me parece un robo. Lo mismo si me sirven platos de pichón a dieta, sobre todo cuando en la carta publican fotos de porciones que nada tienen que ver con la realidad.

- Publicidad -

Cuando usted pide un plato, una cosa es el costo, que varía de acuerdo con la calidad y cantidad de los insumos, más la comodidad del sitio, sazón, atención, creatividad, exclusividad, locación, utilería y demás, que se suman para llegar al precio; si todo lo anterior lo deja satisfecho, ahí llegamos a lo que se llama el valor. Nadie se baja de la primera clase de Singapore Airlines protestando por el precio, así haya pagado tres o cuatro veces más que por un tiquete normal; ese es el valor. Yo he pagado cuentas de 250 dólares por un almuerzo que me han parecido más que justas; por el contrario, he comido en corrientazos de $7.500, de donde salgo convencido de que me robaron. Igualmente detesto los restaurantes en donde se pagan cuentas exorbitantes y se sale con hambre; odio que lo crean a uno bobo.

Siento que una de las cosas más perjudiciales para nuestra cultura gastronómica en crecimiento es la guerra del centavo, pues lamentablemente algunos no tienen ningún argumento distinto a vender más barato que el vecino, atentando contra la dignidad del oficio. Cuando un negocio incursiona en el 2×1, 3×1, etcétera, generalmente está desesperado por la situación y cree que el único salvavidas es la promoción, cuando hay otras alternativas como la creatividad, la calidad y tratar de mejorar. Ahí está la Virgen que nuestros comensales están aprendiendo y ya no se dejan engañar tan fácil con insumos de tercera y porciones de arroz medidas con dedal. Desde el punto de vista del restaurante, bajar los precios va a exigir mucho más trabajo y más ventas para recibir los mismos ingresos.

El precio de un plato no lo determina la competencia sino una política justa que corresponda a lo que está vendiendo y a una fórmula de costeo. Siempre pongo de ejemplo a un restaurante bogotano en donde media de guaro vale $130.000 y una arepa de chócolo $20.000 pero el sitio es tan rico, bien atendido y la comida tan bien hecha que absolutamente nadie se queja; sin embargo, creo que en nuestra capital algunos abusan de los comensales, en varias partes los precios no atienden al valor real de lo que dan, solo al esquema mediático y al súper ego del dueño. En Medellín es distinto, por eso los bogotanos no nos quieren y aún no nos han invadido, pues para cobrar a su manera tendrían que acompañar la cuenta con la cita al cardiólogo. Espero sus comentarios en [email protected]
[email protected]

- Publicidad -

Más notas