Cambiar

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Bertrand Vergely propone que cada mañana, donde poco tiempo tenemos de pensar, reflexionar, y escuchar, respiremos profundo y tratemos de bajar los pensamientos hasta el estómago.

La naturaleza con toda su energía y potencia es maravillosa y el Hombre es la maravilla. Cambiar la relación que existe entre ambos nos lleva a sentir la necesidad de revivir esa experiencia, donde coexistimos, donde nos aportamos, nos gozamos y desgarramos. Cambiar.

La avidez y la desmesura regulan nuestra vida y es desde ahí donde nos podríamos hacer una pregunta esencial, la que nos permite ser y estar en lo que realmente nos mueve en esa energía desplegada que llamamos naturaleza. El que no se pregunta no vive, el que no se cuestiona, vegeta.

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La naturaleza nos invita al riesgo de ser para alcanzar la meta que a cada paso y a cada logro se transforma en otro más exigente, más reclamante. Ese es el camino del Hombre. Lo podemos vivir como una simple experiencia exotérica (hacia afuera), con ambiciones, avidez y desmesura, acumulando; y también en los mismos términos esotéricos (hacia adentro), con dos formas diferentes: el que me atrevo a llamar turista espiritual, que acumula experiencias y conocimientos, unos tras otros, sin detenerse a pensarse; o el caminante que se detiene frente a una flor, el canto de un pájaro, la ternura de un árbol.

El camino sugiere ir siempre hacia el paraíso perdido, hacia la tierra prometida y conquistarla y una vez conquistada, hay que abandonarla, ir en búsqueda de una nueva, que, alcanzada y conquistada, se debe abandonar, y así sucesivamente en espirales.
Me inquietaba pensar en la bienaventuranza de los pobres de espíritu, hasta que me hicieron entender que uno siempre se debe despojar de previos, de creencias, conocimientos y experiencias si quiere avanzar, y las puertas que hay que atravesar siempre son estrechas.

Interesante generar espacios personales y colectivos donde el pensamiento tenga momentos de silencio, momentos donde la mente hace un alto y siente la vida que se desplaza por el cuerpo, al ritmo de la sangre que bombea el corazón. Que buenos son esos momentos si logramos parar la información que nos fusila, la de las redes sociales que nos inundan y respirar. El Hombre necesita reencontrarse en la experiencia profunda de su ser íntimo donde la inspiración, la intuición y la iluminación coexisten y nos convierten en seres gozosos. Naturaleza y Hombre. Hombre y Naturaleza.

Para terminar y hacer un aporte en logro de devenir un ser dichoso, el filósofo Bertrand Vergely propone que cada mañana antes de empezar el día, donde poco tiempo tenemos de pensar, reflexionar, y escuchar, respiremos profundo y tratemos de bajar los pensamientos hasta el estómago. Esto permite disminuir el ritmo cardiaco, y ante todo pasar a un nivel diferente, el de la presencia. La presencia de otro, de otros, del mundo. Presencia en sí mismo, con el otro, con el mundo. Apertura a lo nuevo, a la renovación, al cambio, al contacto con las fuerzas primordiales de la vida. Hacer un alto en el torbellino del estrés, de la violencia, y tomar lentamente, conscientemente diez respiraciones profundas. Diez respiraciones Hombre – Naturaleza.

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