La economía y el decrecimiento

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Se viene gestando una corriente de pensamiento político, económico y social que tiene como objetivo equilibrar las relaciones entre seres humanos y naturaleza. El planeta es finito.

María Claudia Mejía Gil
Por: María Claudia Mejía Gil / [email protected]

Hace varios meses estamos leyendo noticias que alertan al mundo entero con la destrucción del planeta: organismos internacionales, nacionales y locales afirman que, si como sociedad, países y gobiernos no actuamos, esto es inevitable.

De estas noticias podemos resaltar que la desaparición de las capas de hielo del Ártico, la polución en aumento en las ciudades, la extensión del desierto, la resistencia a los antibióticos, entre otras, serán las principales causas de destrucción y muerte en las próximas décadas.

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La solución que plantea la ONU es reducir drásticamente las emisiones de gases tóxicos que enviamos a la atmósfera, provenientes de automóviles, aires acondicionados e industrias. Esto solo se lograría si reducimos de manera también drástica, la agilidad con la que se produce, consume y desecha en nuestras sociedades modernas e industriales, lo cual no es tan viable cuando somos tan dependientes de un estilo de vida cómodo y basado en la creación de identidad a partir de lo que consumimos.

Esta situación actual no conversa con algunas economías del mundo que continúan planeando crecer, con recursos escasos y en un solo planeta que es finito. Para contrarrestar esta situación (que para algunas personas puede parecer absurda, entre las cuales me incluyo) se viene gestando una corriente de pensamiento político, económico y social llamada decrecimiento, que tiene como objetivo equilibrar las relaciones entre seres humanos y naturaleza, aunque también procura nivelar las relaciones entre los seres humanos.

Significados paralelos para el concepto “calidad de vida”

El decrecimiento está fundamentado en las corrientes antiindustriales del siglo XIX, a las que se unieron algunos movimientos como aquellos que reclamaban la importancia del ser humano sobre la máquina; el arte y la creatividad sobre la producción en serie. También se unieron al movimiento las críticas al concepto de globalización o los movimientos como el de la vida sencilla propuesto por Gandhi.

Este movimiento decrecentista afirma que la conservación del ambiente no es posible si no se cambian las lógicas de producción económica, responsables del desgaste ambiental actual, el cual está por encima de la capacidad que tiene la naturaleza de regenerarse a sí misma. Choca de frente contra el sistema económico dominante: el capitalismo.
También se opone al concepto de desarrollo sostenible, por creerlo incompatible: es imposible continuar desarrollándose al nivel que se hace ahora de manera sostenible, es decir, garantizarles a las generaciones futuras las condiciones ambientales actuales, las cuales vemos cada vez más afectadas y desgastadas.

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Por esta razón el movimiento decrecentista propone significados paralelos para conceptos como calidad de vida y sostenibilidad: la calidad de vida no está ligada al consumo de recursos, sino a la satisfacción de necesidades humanas como subsistencia, protección, afecto, entendimiento, identidad, ocio, participación y creación; la sostenibilidad no se trata de lograr buenos indicadores en ecoeficiencias, sino que es cuestión de suficiencia humana en cuestiones de simplicidad y moderación voluntaria.

Con esto comprendemos que el movimiento lo que busca es concentrarse en el disfrute de la vivencia humana y no en el regocijo basado en la riqueza, autocomplacencia y consumismo. Las lógicas cambian ante una situación de riesgo, aunque los seres humanos seamos los mismos. Bajo estos planteamientos les pregunto: ¿en qué asuntos podemos plantear decrecimientos en nuestras lógicas de vida?

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