Aarón Zea: pintando con la propia vida

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Con esta obra del artista Aarón Zea iniciamos un recorrido que da cuenta del trabajo que están realizando los egresados de la Especialización en Intervención Creativa (EIC), de la Colegiatura Colombiana.

Autorretrato 0 positivo, de Aarón Zea (Medellín, 1990) es una obra frente a la cual no se puede permanecer indiferentes. Todo su trabajo, tanto el que se manifiesta a través de intervenciones creativas que conducen a la creación de obras de arte, como el que se ubica en el campo de la gestión y del activismo cultural, se basa en el hecho de ser portador del virus del VIH.

Sin embargo, contra lo que quizá muchos de nosotros podríamos imaginar, Aarón Zea rechaza de manera radical la condición de víctima y deja de lado cualquier forma de lamento. Lo que le preocupa, en realidad, es la indiferencia que se ha generalizado frente al sida.

Carlos Arturo Fernández
Por: Carlos Arturo Fernández

Tras las décadas en las cuales el virus era una sentencia de muerte, el desarrollo de los medicamentos retrovirales cambió radicalmente las cosas y ofreció la perspectiva de una vida saludable para los infectados. Por desgracia, al mismo tiempo, esos avances médicos significaron también una despreocupación generalizada y un grave descuido en muchos contextos sociales que llegaron a suponer, de forma irresponsable, que este es un problema limitado a espacios de promiscuidad sexual y de drogadicción.

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Lo terrible aquí es que nos encontramos de nuevo frente a una forma de exclusión: creemos que ese es un problema de “los otros”, que no nos compete, sin recordar que nadie está libre de contraer la enfermedad y que, como lo demuestran los estudios oficiales, hay muchas personas que, sin saberlo, portan y transmiten el virus. El interés de Aarón Zea es que se reconozca la enfermedad, como condición esencial para que se siga luchando contra ella: casi parece que hemos olvidado todo el mal que genera y todo lo que falta para vencerla.

Autorretrato 0 positivo, de 2017, es el resultado de un performance realizado por Aarón Zea como estudiante de la Especialización en Intervención Creativa, de la Colegiatura Colombiana. Se potenciaba entonces un trabajo más pequeño del año anterior, cuando, utilizando una especie de plantilla a partir de la foto de la cédula de ciudadanía, pintó su imagen utilizando su propia sangre, convertida en “pigmento” sobre la tela.

En el performance de 2017, utilizando los recursos y cuidados médicos del caso, se le canaliza una vena de un brazo. Mientras sale la sangre, el artista lee fragmentos de “Más grandes que el amor”, un libro del francés Dominique Lapierre, de 1990, que describe los años terribles del comienzo de la epidemia, y establece un paralelo con el terror de la lepra en India, para terminar afirmando que, de todas maneras, es más grande el amor hacia los demás. A continuación, con la sangre recogida en una vasija transparente, el artista procede a pintar su “autorretrato”.

Se trata, por supuesto, de una acción impactante: los asistentes se dan cuenta de que el virus sigue presente, aunque hayamos querido olvidarlo y que cualquiera se puede contagiar. Pero estamos lejos de las dolorosas obras de arte de los años 80 y 90 sobre enfermos de sida. Porque la sangre de Aarón Zea en su obra, mientras nos recuerda la enfermedad, hace patente que es también la vida que llevamos dentro, el tiempo, la fuerza y la pasión; e incluso que, pensando en los otros, es la posibilidad de una salvación en común.

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Porque, en realidad, como el mismo artista lo señala, el título viene a reforzar el hecho de que, según se lea, este es un autorretrato de todos y de cualquiera: de alguien que tenga tipo de sangre O+; de un contagiado; de otro que es cero positivo, es decir, que es negativo.

Una obra cargada de sentido, en la cual Aarón Zea se asume por entero, que impacta y hace pensar pero que, en el fondo, es un canto a la vida.

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