La raíz de todo nuestro sufrimiento está en nuestra habilidad para juzgar. Constantemente emitimos juicios con respecto a nosotros mismos, a otras personas y a las situaciones. Cada evento lo ponemos en una de dos categorías: bueno o malo. Y en el momento en que juzgas un evento o a una persona como mala, entonces generas una emoción negativa dentro de ti.
Uno de los principios de la sicología espiritual dice: como te relacionas con el problema, es el problema. Por lo tanto, si te enfrentas a un problema con agresividad, entonces la agresividad es el problema. Nos han enseñado que no podemos aceptar situaciones con las que no estamos de acuerdo; sin embargo, es nuestra incapacidad de aceptar lo que nos genera dolor. Aún en las situaciones más difíciles, como la muerte de un ser querido, el mayor sufrimiento lo experimentamos en el tiempo que nos toma en aceptar la situación tal y como es.
Si quieres ser la persona más feliz que conoces, entonces practica la aceptación. Aceptar significa no emitir un juicio y por lo tanto no crear una emoción negativa dentro de ti. Para entender mejor qué significa aceptar, revisemos algunos malos entendidos comunes con respecto a esta práctica.
1. Aceptar es resignarse. Resignarse es decir que estás bien con una situación cuando en realidad no lo estás. Cuando te resignas se generan dentro de ti sentimientos de depresión o venganza. Cuando aceptas experimentas paz interior. Aceptar es diferente a resignarse.
2. Aceptar es permitir que otros se aprovechen de ti. Puedes aceptar lo que está sucediendo y al mismo tiempo expresar lo que crees y luchar por lo que valoras. La clave está en que cuando aceptas no juzgas a la otra persona o a la situación como mala. Por ejemplo, puedes no estar de acuerdo con las creencias religiosas de otra persona, sin embargo puedes aceptar que esa persona las tenga y que sean diferentes a las tuyas. Aceptar no es permitir que otros se aprovechen de ti.
3. Aceptar significa estar de acuerdo con comportamientos que tu consideras inaceptables. Puedes aceptar a alguien, independiente de su comportamiento. Por ejemplo, puedes decir “no me gusta que me grites y preferiría que me hablaras con más calma”, sin tener que juzgar o atacar a la otra persona. Una vez aceptas a la persona, puedes elegir cómo continuar relacionándote con ella. Para aceptar, no tienes que estar de acuerdo con todo tipo de comportamientos.
Aceptar es una manera de ser, en la que estás en paz con los sucesos de la vida, las demás personas y contigo mismo. Para aceptar tienes que tener la disposición de dejar a un lado tu opinión y estar abierto a considerar una manera diferente de ver la situación. Una de las maneras más rápidas para moverte hacia la aceptación es haciéndote la pregunta: ¿Prefiero tener la razón o ser feliz? Una vez eliges que ser feliz es más importante para ti, puedes decidir cómo responder frente a la situación o a la persona.
[email protected]