/ Elena María Molina
Obediencia es una palabra que causa sentimientos encontrados, porque si bien permite el desarrollo del control sobre sí, sobre el ego, también nos conduce a la negación de la consciencia, de la libertad. ¡Tantos crímenes y abusos se cometen por obediencia! Obediencia que supone renunciar al discernimiento y al espíritu critico, a lo necesario. Qué alienación.
Cuando escuché que la palabra quiere decir estar a la escucha de lo que viene a nuestro encuentro, algo cambió. Obedecer quiere decir abrirse a la realidad, a lo inesperado, a la adversidad, a lo que trasciende el ego… A lo que trasciende cualquier fanatismo. A lo que trasciende una idea. Pretender no obedecer también puede volverse esclavo de sus condicionamientos. ¿Obedecer poco, nada? tiene que ver con la autoridad irreemplazable en occidente, de la autoridad exterior. Obedecer es ante todo la escucha de la verdad interior.
Es la escucha de la realidad que encontramos, como es, y la respuesta a lo que se nos solicita desde el exterior. ¡Y que sea justo! Desde ahí, obediencia y resistencia no tienen porque oponerse. Es ese gran sí a lo que nuestro interior nos dicta, y un sí al mundo de lo real. Un ajuste, entre la situación y mi deseo.
El problema es que obedecer tiene la connotación de la negación y del mando. Y no tiene el significado desde el sentido mismo de la palabra, porque la confundimos.
Empieza el 2013: propiciar estar a la escucha de lo que la vida nos trae y propone. Estar a la escucha de lo que nuestro ser espera, y es lo justo entre ambas solicitudes, lo que podremos realizar. Que logremos el dominio sobre lo que realmente es importante, como una alianza entre la razón y la pasión, la voluntad y el deseo. Para que tanto el control como la inspiración encuentren espacio.
Cada año nos propone una nueva aventura. Nuestras propias ideas y entrar en justa relación con lo que la vida nos envía y presenta, para sacarnos de nuestro pequeño mundo, de nuestro ego. Bueno, o no aceptable, siempre capaces de renunciar a querer controlarlo todo, al control sobre nosotros mismos, para ser al fin discípulos de nosotros mismos, capaces de amar, de crear, de ser originales, discípulos de la vida.
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