¿Volver a enamorarse?
Esteban Carlos Mejía
En cierta ocasión, no sin sarcasmo, el buenazo de Alexandre Dumas (hijo) se quejó de las hieles de la vida. “Las cadenas del matrimonio son tan pesadas que para llevarlas son necesarias dos personas, y a veces, tres”, dijo, tragó saliva y miró para otro lado. ¡Cuánta razón, por todos los dioses! Un hecho irrefutable en el siglo de Dumas, el 19 romántico y lleno de damas y camelias. Indiscutible hoy en día, en los albores de este siglo 21, en el que las parejas duran menos que un leasing.
Es cosa sabida y admitida a regañadientes: la infidelidad es una distracción. Así lo planteó, entre otros temas, la psicóloga Gladys Elena Villegas, en Re-encantamiento de la vida en pareja, el más reciente conversatorio de Vivir en El Poblado y el centro comercial Santafé. Ante un público cada vez más abundante, interesado y activo, charlamos sobre orígenes, circunstancias y perspectivas de las relaciones de pareja en el mundo contemporáneo.
La experiencia clínica de Gladys le ha permitido reconocer cuatro o cinco fases al emparejarse: enamoramiento, romance, maduración, rutina, re-encantamiento. Estas etapas varían en calidad y cantidad según cada pareja: algunas perduran en el romance, otras se rutinizan antes de tiempo. No pocas se desbaratan, pese a sus intenciones. El re-encantamiento es muy tentador para sobreponerse a la monotonía, volver a amarse y vivir en paz, felicidad y armonía sin fecha de caducidad. Para re-encantarse las parejas necesitan comunicarse verbal y no verbalmente, reestructurar su sexualidad, compaginar sus proyectos de vida y redefinir sus relaciones con hijos, padres, amigos y exparejas.
Ahora bien, ¿es el re-encantamiento un nuevo enamoramiento? Pensé en Jacques Lacan, reinventor (¡re-encatador!) del psicoanálisis, idolatrado o despreciado por igual. Para él, “no hay relación sexual”, afirmación tan criptográfica como casi todas las suyas, pero con la que, supongo, quería decir que las parejas, hasta las más re-encantadas, son chuecas, desajustadas, imperfectas, insuficientes. Para cruzar ese abismo entre los sexos, al parecer infranqueable, cada pareja se inventa su propio puente, su propio goce, sus propios síntomas. ¡Ay, el satánico doctor Lacan tan aguafiestas!
De tanto oír hablar de re-encantamiento se me ocurrieron más preguntas que respuestas, culpa mía. ¿Por qué la mayoría de la gente ansía vivir bajo una misma idea de normalidad? ¿No hay modo de escapar de la rigidez de lo establecido? ¿Por qué algunas personas viven el amor y el deseo de maneras distintas a las socialmente aceptadas? ¿Por qué el que está en la normalidad pretende que los demás sean tan normales como él? Y viceversa, ¿por qué los outsiders o marginales quieren que los otros sean también anormales? ¿Qué es lo normal, qué es lo anormal? Tantas preguntas. Eso es lo bueno de los conversatorios de Vivir en El Poblado y Santafé: uno queda con ganas de más.
En el próximo, jueves 20 de septiembre, a las 6:30 p.m., hablaremos de Deseos, placeres y adicciones, con Jorge Vega, médico experto en trabajo de pedagogía de las adicciones, y Hugo Alberto Gallego, especialista en toxicología clínica. Allá nos vemos.