Club Campestre de Medellín: 100 años, y contando

Por estos días están de celebración los socios del Club Campestre y sus familias. ¿Cuál es la historia de este patrimonio de la ciudad?

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El 11 de septiembre de 1924, Germán Olano, un jovenzuelo de 22 años, decidió reunir a 60 medellinenses, en su mayoría empresarios de los sectores textil, minero y cafetero, alrededor de una idea que le venía rondando después de su regreso de Estados Unidos: fundar un country club en nuestra ciudad, con un espacio campestre que les permitiera a los socios realizar actividades deportivas y sociales; como jugar golf, por ejemplo, un deporte que muy pocos conocían por estos lares, en aquella época.

1.542

socios principales tiene el Club Campestre.

Esa idea de “juntémonos y hagamos algo” la había aprendido, seguramente, de su papá, don Ricardo Olano, el cofundador, hacía 25 años, de la Sociedad de Mejoras Públicas, y promotor, entre otras grandes obras e ideas, de la urbanización moderna de Medellín. Germán ya tenía ese espíritu emprendedor que le permitió entender que su idea iba a prosperar; tanto que acaba de cumplir sus primeros 100 años.

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Esteban Aristizábal Uribe, actual presidente de la Junta Directiva, biznieto de dos de los fundadores del Club Campestre: “Este es el momento de mayor solidez en la historia del Club, desde el punto de vista empresarial, jurídico y financiero”.

Así lo cuenta Esteban Aristizábal Uribe, presidente de la Junta Directiva del Club Campestre, biznieto de dos de los fundadores:

“Eran familias conocidas entre sí, y la mayoría compartía espacios en el Club Unión, es decir, entre ellos ya había un tejido social, que finalmente era el tejido empresarial antioqueño”.

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Los fundadores adquirieron la finca de Alejandro Villa Latorre, ubicada -en aquella época- en las afueras de Medellín. La casa original de bahareque dio paso, 20 años después, a una hermosa edificación diseñada por el arquitecto y pintor Horacio Longas, que hoy permanece, como un oasis, ajena al trajinar y el bullicio de la avenida El Poblado.

“Lo principal era venir a jugar golf y tenis, que fueron los dos deportes iniciales -cuenta el presidente de la Junta Directiva-. Y después disfrutaban del baño de inmersión, que se alimentaba con las aguas de la quebrada La Aguacatala. Más adelante se desarrollaron los deportes ecuestres”. 

En 1974, cuando el Club Campestre estaba ya cumpliendo 50 años, la sede de Medellín se fusionó con el Club Llanogrande, con la idea de complementar las actividades sociales y deportivas de los afiliados, pues la sede de Rionegro contaba con nuevas posibilidades: los deportes ecuestres y acuáticos.

24

hectáreas es el tamaño del Club Campestre de Medellín.

Un pulmón verde

Esteban Aristizábal llegó a la Junta Directiva hace 4 años, y su sentido de pertenencia, no solo como socio actual sino como descendiente de quienes pusieron la primera piedra, le permite hablar con autoridad y convencimiento de la importancia de conservar el legado centenario, pero con la mirada del presente y del futuro.

“Yo llegué a la Junta con tres propósitos principales -dice Esteban-. Primero, desarrollar un plan maestro, porque nosotros tenemos que tener una serie de obras diseñadas y pensadas a 10 o 20 años, y las tenemos que priorizar, pensando en la sostenibilidad. Segundo, unir a los socios, escucharlos, para buscar el bien común por encima del bien particular. Y tercero, promover el ejemplo: nosotros tenemos que dar ejemplo como sociedad, tener un comportamiento cívico, respetar las normas, respetar el pensamiento de los otros. Como los señores fundadores, que daban la mano y cumplían su palabra. Estos valores se han ido perdiendo en las nuevas generaciones”. 

En este plan maestro en el que está trabajando el Club Campestre se tiene claro el papel que cumple esta entidad en la custodia, durante 100 años, de un pulmón verde de cerca de 24 hectáreas, en un sitio rodeado de cemento.

“Somos un actor importante en la ciudad, por la extensión de tierra que tenemos, y por eso le propusimos al alcalde Federico Gutiérrez trabajar de una manera colegiada en este plan maestro, con el apoyo de la secretaría de Planeación”,

afirma el presidente de la Junta.
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Desde el nacimiento del Club Campestre, el cuidado del medio ambiente ha sido un tema fundamental, y lo seguirá siendo, al igual que el compromiso social:

“La permanencia de esta entidad ha permitido que alrededor de mil familias tengan un empleo de alta calidad, lo que se refleja en que, entre nuestros empleados, tengamos una tasa de rotación de solo el 0.6 %. Además, tenemos una fundación desde hace 37 años, que ha graduado alrededor de 4 mil becarios, y hoy estamos acompañando otras iniciativas sociales para que esa fundación crezca”. 

Con 100 años recién cumplidos, el Club Campestre goza de buena salud. Lo dice, con contundencia, el presidente de la Junta Directiva: “Este es el momento de mayor solidez en la historia del Club, desde el punto de vista empresarial, jurídico y financiero. Las pasadas administraciones han hecho un trabajo excepcional”. Los 1.542 socios, que representan una comunidad de cerca de 4.700 personas, así lo ratifican diariamente.

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