El ilusionista

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“Las personas nos dan pistas todo el tiempo. La magia está en tener curiosidad para saber leerlas, y aprender a llegar a ellas”.

Los ojos hablan, dicen. Y en este caso, es evidencia, un elemento superior a un truco, a un acertijo o a una frase de película argentina conocida. Tener cerca a Daniel Cuartas es comprobar que hay algo más allá de lo evidente, llamado magia, y descansa tranquila dentro de cada uno. Hasta que alguien decida despertarla. Aunque algunos la invocan o creen en ella durante diciembre, personas como él creen que puede llegar en cualquier mes.
Con la mirada fija y potente, y una sonrisa que la suaviza, cuenta que lleva más de 20 años en espectáculos de ilusionismo. A su tío Iván Quiceno fue el primero que vio en este oficio escaso.

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Desde entonces, lo acompaña el gusto por ese mundo intangible capaz de fascinar hasta al más escéptico y de llevar la fuerza de los pensamientos a la realidad. La baraja de naipes de un vecino mientras vivía en Brasil se convirtió en el inicio de un camino que recorre cada semana, en los lugares a donde lo invitan. A esto le sumó sus estudios de ilusionismo, horas de práctica y concentración. También los conocimientos de hipnosis y mentalismo que aplica dentro y fuera de un escenario, para tener mejor relaciones con las personas y entender un poco cómo funciona la mente humana.

“Las personas nos dan pistas todo el tiempo. La magia está en tener curiosidad para saber leerlas, y aprender a llegar a ellas”.

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El tono de la voz, las ilusiones ópticas, las respuestas de las personas y la capacidad de tener su asombro hacen parte de sus intereses continuos. Su práctica se convirtió en oficio cuando estudiaba Ingeniería Mecatrónica y un compañero le pidió hacer un espectáculo para una tía. Aquella hora y cuarenta y cinco minutos le demostró que podía estar en un escenario, con sus métodos, y la atención plena del público. A esto le siguieron espectáculos en Arte Vivo (un lugar que existió antes por la zona del Centro Comercial Monterrey), que llenaron completamente el sitio, otras presentaciones empresariales, y en lugares que aunque sean distintos le permiten disfrutar esa sensación buscada: estar inmerso en el truco, y en la reacción de las personas.

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Paralelo al camino de la magia, recorrió el de la Ingeniería Mecatrónica en la Escuela de Ingeniería de Antioquia por una razón clara: “Soy de base científica y me gusta entender cómo funcionan las cosas. También encontrar soluciones”. Sus avances en este camino le trajeron un reconocimiento inesperado y conocido en el medio: el premio del Instituto Tecnológico de Massachusetts de Estados Unidos (MIT) al innovador menor de 35 años, entre 2013 y 2014, por sus aportes al desarrollo de un dispositivo para que las personas con discapacidad puedan controlar y moverse en una habitación, a través de sus ojos. El diseño de un lector de pupila les permite moverse con facilidad y cualquier persona puede construirlo, sin importar el lugar del mundo donde se encuentre, sin los costos elevados de una patente.

La entrevista está por terminar y Daniel Cuartas me pide hacer un dibujo. Él también hará uno al mismo tiempo y, al final, descubrirá el resultado. ¿Qué dibujaste?, pregunta. Un corazón, le muestro. Él sonríe y muestra el suyo: otro corazón. A su descubrimiento sigue el asombro y un silencio; acomoda el papel sin muchas explicaciones. Finalmente le pregunto qué significa la magia para él; piensa y responde después de varios segundos: “La magia también es aquello que me hago a mismo cuando los veo disfrutar durante un truco. Son las personas, cómo miran o se mueven, la forma en qué hacen las cosas y cómo puedo llevarlas, en el escenario”.

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