Transformación educativa: retos en la formación de buenas personas

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El escenario dinámico de la educación mundial se encuentra en una etapa de transformación en el que se hace imperativo replantear los paradigmas tradicionales y enfocarse en la formación integral de las nuevas generaciones, cuando se debe volver la mirada hacia una nueva forma de acercamiento al proceso de enseñanza – aprendizaje, que le permita a cada estudiante construir su conocimiento con el acompañamiento de los maestros que están allí para caminar juntos por el inmensurable mundo del conocimiento. 

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Esta visión educativa también debe poner énfasis en la formación de buenas personas, estos seres humanos que están llamados a ser y estar para sí mismo y para los demás, entendiendo el ser como la capacidad de entrega, apertura y común unión consigo mismo, el otro y su entorno, y el estar como la capacidad de convertir la esencia del ser en hechos reales y acciones tangibles que generen un beneficio o bienestar a los demás. Cuando el ser y el estar se encuentran en equilibrio el ser humano se desarrolla a plenitud, dando como resultado una persona enfocada en el objetivo de construir y fortalecer el tejido social. 

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Una investigación dirigida por Jamil Zaki, profesor de psicología en la Universidad de Stanford, demostró que la bondad es contagiosa. Los participantes que observaban comportamientos generosos tendían a imitar dichas acciones, sugiriendo que presenciar actos de bondad puede inspirar a más personas a practicar la positividad en sus propias vidas. Así mismo, el Greater Good Science Center de la Universidad de California ha investigado también cómo los actos desinteresados benefician tanto al receptor como al donante, mejorando la salud mental y emocional de ambos. Estos hallazgos resaltan la importancia del altruismo en la promoción del bienestar individual y colectivo. 

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Ante este panorama, es fundamental que la educación se volque a potencializar su trabajo en habilidades socioemocionales, valores y principios éticos que les permita a los estudiantes no solo destacarse como personas con conocimientos técnicos que pueden poner en práctica para realizar su proyecto de vida, sino también contribuir positivamente en la construcción de la sociedad: más que líderes, se necesita buenas personas que lideren con ética y compromiso social. En palabras del filósofo griego Platón: buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro.

Colombia debe enfocar su sistema educativo hacia una educación pertinente en un mundo cambiante. El desarrollo de habilidades para la vida, como la resolución de problemas, la creatividad, la comunicación efectiva, el pensamiento crítico y la búsqueda de bienestar desde lo colectivo se convierten en el núcleo de ese enfoque educativo ideal, puesto que la escuela se convierte en ese nicho que proporciona a los estudiantes las herramientas necesarias para enfrentar nuevos retos y desafíos que trae la contemporaneidad; entre ellos la interpretación errónea de encontrar bienestar en prácticas mediocres y sin fundamento teórico que invitan a cuestionar la disciplina, el mérito en el esfuerzo, la estructura y el establecimiento, para desarrollar la mal llamada “libertad del ser”, puesto que esto solo estimula la formación de seres humanos pasivos, sin objetivos claros, sin normas o  ambiciones y sin un proyecto de vida claro, que no permite una visión en conjunto y un crecimiento social. 

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La educación está llamada a dejar huella con prácticas que fortalezcan el desarrollo social y la evolución de todos, con la concepción de un ser humano capaz, coherente, ético y que potencia sus habilidades para ponerlas al servicio del bien común.

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