Emprendimiento y privilegio (parte I)

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¿Por qué es importante reconocer los privilegios que se tienen, especialmente a la hora de emprender? y ¿eso cómo me hace mejor gerente?

En las últimas semanas, se ha dado un debate muy interesante en Colombia en redes sociales, relacionado con la forma en que los privilegios operan a la hora de emprender. Sobre este asunto, creo que están sucediendo varias cosas muy interesantes. Tanto así que lo que inició como una columna, terminó en dos -¿o tres?-, para poder abordar el tema con la mayor sensibilidad posible.

En esta primera columna, me enfocaré estrictamente en el concepto del privilegio, especialmente, en una sociedad como la colombiana. ¿Por qué es tan chocante?, ¿por qué incomoda hablar de privilegio tanto para quienes lo tienen como para los que no? O mejor dicho, tanto para quienes tienen más como para quienes tienen menos.

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En la segunda parte, nos concentraremos en el impacto directo que tiene la existencia o ausencia de privilegios a la hora de emprender.

Decía que han habido varios hechos que me han sorprendido, últimamente, una vez se ha revivido este debate que viene y va. El primer hecho, y quizás el que más me sorprende y aplaudo, es que el debate lo están dando personas muy jóvenes, menores de 30 años, e incluso, menores de 20 años. Emprendedores y emprendedoras que están arrancando sus negocios y que, por las razones que sean, han comenzado a hablar sobre el tema, ya sea como un mecanismo de defensa o como un proceso de autorreconocimiento como personas privilegiadas.

Esto es un avance importante respecto a generaciones pasadas a las cuales se les dificultó, incluso, reconocer que los privilegios existían, y que esa invisibilización de privilegios derivaba en un incremento de las brechas de inequidad social y monetaria. Sin embargo, también hay que reconocer que la principal falla de este debate es que al final del día no deja de ser una discusión justamente entre personas privilegiadas. O para ser más justo, las personas privilegiadas discuten desde sus cuentas de redes sociales con múltiples interacciones y grandes audiencias, mientras que las personas menos privilegiadas parece que solo pueden opinar desde los comentarios de las publicaciones de un grupo de jóvenes blancos y blancas, que estudiaron en universidades y colegios privados, y que ahora están emprendiendo con nuevos negocios y marcas que han arrancando, en muchos casos, gracias a recursos de sus familias o a ahorros que pudieron hacer a tan corta edad, debido a que no habían tenido ninguna obligación financiera fundamental; además, de haber podido tener una excelente educación financiera a corta edad.

¿Por qué es tan incómodo hablar del privilegio? Quizás, porque cuando lo hace una persona que nació sin estos parece que lo hiciera desde el resentimiento; precisamente, por no tenerlos, y también, en la misma medida, porque cuando una persona con privilegios habla de los mismos, las demás personas le quitamos todo mérito a sus logros o avances, y se los aducimos, exclusivamente, a los privilegios con los que nació.

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Cuando vemos el problema de esta manera temenos, entonces, una discusión estéril, binaria, en la que solo vemos personas resentidas o personas inútiles; una visión en la que queda la sensación de que aquellos que tienen privilegios deben sentir vergüenza por tenerlos. Mientras que quienes no los tienen no los deberían señalar ni mucho menos reclamar. La respuesta a esto termina siendo, entonces, el silencio. Nadie habla de ellos, porque termina siendo un tema incómodo, tanto para quiénes los tienen como para quienes no.

Dentro de un grupo de amigos y amigas conversamos mucho sobre este tema, con incomodidad, por supuesto, y, sobre todo, con puntos de vista opuestos. Mi punto de vista es que el privilegio es muchas cosas, entre ellas pienso en dos:

Lo primero es que el privilegio se puede ver como la privatización de derechos universales, o por lo menos de algunos. En momentos en los que como sociedad no somos capaces de garantizar estos derechos para todas las personas del planeta, existe un grupo privilegiado que ha diseñado complejos productos y servicios que les permite acceder a estos derechos con enormes ventajas sobre el resto, lo que les permite tener mejor salud o mejor nivel educativo, por mencionar un par, lo cual hace que estos mismos dejen de ser derechos en sí mismos.

Lo decía Platón – o Sócrates en los Diálogos de Platón -, que al percibir cómo nace un Estado lujoso o afiebrado, al cual también llama un Estado no sano, podemos ver cómo nacen la justicia y la injusticia.

De acá nace mi segunda definición de privilegio al cual califico como una ventaja injusta. Considero que es injusta si un grupo de personas se benefician de un modelo de Sociedad, gracias a unas características las cuales se obtuvieron la mayoría de las veces al nacer, y por lo tanto, no responden a ningún tipo de superioridad o merecimiento para que reciban un tratamiento especial, esto es, por ejemplo, ser hombre, ser heterosexual, ser blanco, nacer en una familia rica, ser de la ciudad o nacer en un país rico, por mencionar algunas.

¿Debe, entonces, una persona con privilegios renunciar a estos? La verdad es que no, a priori no soluciona el problema que todas las personas vivamos con las mismas carencias detrás de un principio de igualdad. Sin embargo, tampoco podemos esperar que las personas privilegiadas dirijan -o dirijamos- las sociedades como una especie de plutocracia empática, en la que quienes están en el poder permiten que más personas puedan acceder a estos privilegios. ¿Qué pasa si algo que es un privilegio se vuelve asequible para todas las personas? Pues, que el privilegio deja de ser privilegio, desaparece, y se convierte en un derecho universal en la práctica, no solo en un tratado. Quizás sea esa la dirección que hay que tomar. De todas maneras, las personas que nacen con menos privilegios, o sin ellos, en absoluto pueden nivelar la cancha, por lo menos su propia cancha a partir de otra herramienta, quizás más poderosa que los privilegios mismos. Esa herramienta es el talento.

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Conocemos cientos de casos de personas que nacieron con un talento, un don único que les permitió destacarse en alguna área particular del conocimiento, las artes o el deporte, lo que les permitió acceder a una gran cantidad de beneficios, no solo para ellos sino también inclusive para sus descendientes.

Somos, entonces, una mezcla de privilegio y talento. Algunas personas con más de una cosa que de otra, y unos poquísimos afortunados que nacieron con ambas cosas. Estos dos factores deciden qué tantas ventajas podrán tener las personas, cuáles deberían ser de garantía para toda la sociedad y cuáles no es parte del tipo de país que queremos construir, y en eso la creación y crecimiento de empresas tiene un rol muy importante para jugar, tanto desde la construcción de productos y servicios como desde el mismo liderazgo de personas que trabajan en estos negocios, pero de eso hablaremos más adelante…

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