El bálsamo de Fierabrás

“Yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado”, dice Sancho Panza a Don Quijote cuando este se dispone a desgranarle una mazorca de consejos, antes de que aquel comience a gobernar en la famosa e inexistente ínsula. (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, Capítulos XLII y XLIII).

Lo mismo se debe estar imaginando Gustavo Petro: mandar, aunque sea a un hato de bravos y furiosos compatriotas. Sin sayo, caperuza, zurrón y zamarro que lo protejan, pero con cuatro cercanos caballeros que lo escoltan: Bolívar, Francia, Roy y Armandito. En su orden: línea energúmena; línea nadies; línea lagarterana, los dos últimos.

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Al no poder instruir al nuevo presidente, en persona, el caballero andante optó por enviarle unas muy precisas recomendaciones. “Primeramente has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse”. (Mantenga los pies en la tierra, mijo, que durmiendo todos somos iguales; no se deje marear por el incienso de la ganadería que pace en el solar –politiqueros, influencers, analistas, intelligentzia criolla, celebrities-; tiene fecha de caducidad. Usted también).

“Préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista… Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos… Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre… No te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres, las más veces serán sin remedio… Si estos preceptos y estas reglas sigues, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible…” Ajualá –diría Sancho- la de todos los colombianos.

“Esto que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha ahora los que han de servir para adorno del cuerpo”. No tienen desperdicio.

“Lo primero que te encargo es que seas limpio, que te cortes las uñas… (Es menester evitar la tentación de sacarlas)… No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería… (Y ahí sí, la soledad del poder)… Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala… (Témale, pues, al arrullo de su propia voz y al de los cantos de tantas sirenas)… Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra… (Ni luce en tarima)… Ten cuenta de no mascar a dos carrillos, ni de eructar delante de nadie… (La lujuria del micrófono produce eructos, lo sabemos)… Cuando subieres a caballo ten cuidado de cómo lo haces… (Entre caballeros y caballerizos…)…”

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En cuanto a los molinos de viento que nos desvelan: reformas tributaria y de la salud, democratizaciones, perdón social, paz total, vida sabrosa, curules de primera línea en el Congreso y así, son pan comido para el jinete de la triste figura, acostumbrado a batirse cuerpo a cuerpo con todos ellos. (Miedo, ni por el Chiras).


ETCÉTERA: “Por ahora, esto se me ha ofrecido que aconsejarte…” (Queda advertido, mijo). Y para nosotros también hay razón: que no nos falte en el botiquín el bálsamo de Fierabrás; cura heridas del cuerpo y de las otras. (En un lugar de La Mancha se puede conseguir).

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