La Casa de la Leona

Tres años cumple el centro cultural La Casa de la Leona en El Retiro. En una casa de 200 años, hoy sigue evolucionando un espacio para el arte y el pensamiento contemporáneo. María Isabel Abad*

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En junio de este 2024, La Casa de La Leona, que al crecer ha ido llenando de contenido y de sentido su nombre, cumple tres años. La historia comienza cuando María Montoya creó La Rambla, una muestra cuyo propósito era abrir canales de circulación virtuales para las obras de los artistas en medio de la pandemia. Luego la muestra fue presencial y tuvo dos versiones más: la primera en el Centro Comercial Oviedo, con 22 artistas, y la segunda, en La Bodega Comfama, con casi 100 artistas.

Para María, este éxito inicial, sumado a varios hechos vitales como su experiencia de más de diez años en contacto con la gestión cultural en empresas privadas, su convicción sobre el poder de la cultura, la maestría en Dirección de Proyectos Culturales que hizo en Madrid y su formación en ciencias políticas, le dieron el impulso para crear La Corporación La Leona, con el propósito de reflexionar sobre cuestiones públicas, sociales, arquitectónicas, urbanísticas, y artísticas.

El lugar que escogió para alojar este sueño fue una casa a dos cuadras del parque principal de El Retiro, con más de 200 años. Pero una cosa es encontrar un lugar y otra, muy distinta, es crearlo y habitarlo. Por eso, con su esposo, el arquitecto Tomás Vega, remodelaron la casa a la medida de los principios que la inspiraban: salas expositivas para las muestras de arte contemporáneo, y esta palabra, dice María, “es fundamental para nosotros”. 

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Un gran patio, abierto y cubierto, para la reflexión sobre asuntos públicos. Un café para el disfrute y la belleza por todas partes porque, insiste, “la belleza transforma por sí misma”. Para ese entonces, abrir las puertas de un espacio cultural de esta naturaleza en El Retiro era abrir un camino que solo había iniciado la Galería Casa Enzo. “Lo hicimos”, cuenta María, “porque le creemos mucho a la ruralidad y queríamos hacer destino”. Y así fue. 

Y en estos tres años es mucho lo que ha cambiado en El Retiro. Desde ese junio hasta ahora, el municipio no solo se ha convertido en un destino turístico, sino que ha recibido nuevos habitantes en una proporción significativa. La plaza, que hace un poco más de un año cambió su aspecto, es un símbolo de esta reconversión, que trae gente, pero también trae muchas preguntas, las cuales, piensa María, también merecen plantearse.

En este tiempo La Casa Leona le ha apostado a una programación con más de 15 exposiciones, todas ellas atípicas, que se mueven entre las artes plásticas y visuales, la arquitectura y los oficios. 

Así han logrado curar exposiciones como Jardines Interiores, con María Isabel Uribe, que entreteje el bordado con el paisaje interior; Laboratorio del alivio, con Cannalivio, que fomenta los usos medicinales del Cannabis; Calor de hogar, con Yuli Cadavid, que reflexiona sobre la maternidad y la feminidad, interviniendo artísticamente libros u objetos domésticos.

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La exposición de joyería Sobre el Magdalena, que reunió obras de 25 joyeros creadas a partir de la historia de este río. O la exposición con Mesaestándar, que se preguntó por el papel de las artes visuales en el mundo editorial. ¿Dónde está lo atípico de estas exposiciones? En el atrevimiento de unir mundos diversos, en los tejidos sorpresivos entre temas y técnicas.

“Nos gusta movernos en los bordes. Ahora llega una camada de diseñadores, artistas y creativos a reinterpretar viejos oficios como la cestería, la cerámica, la joyería o el vidrio, y queremos darles espacios”, María Montoya, creadora Corporación La Leona.

Además de estas muestras, la casa también le ha abierto a la arquitectura espacios, que, paradójicamente, crea pero muy poco para pensarse a sí misma, porque, sostiene María, es escasa la tradición en Colombia de exposiciones de arquitectura y más escaso aún reunir a un grupo de arquitectos a reflexionar sobre su oficio. Por eso ha propuesto exposiciones como Agenda arquitectura, con Camilo Restrepo, la exposición Geografías de lo que ha sido, con Ana María Bustamante, o las conversaciones reflexivas y maratónicas del grupo Archipiélago de Arquitectura, en donde varios estudios de arquitectura se preguntaron por la esencia de este oficio, trascendiendo los mandatos del mercado.

Y es que en esta casa también se ponen en el centro temas de la agenda pública. Por eso han realizado los ciclos de Conversaciones entre Leonas, en los cuales han participado mujeres con un discurso y una mirada propia, entre ellas, la escritora Piedad Bonett, la cineasta Laura Mora, la líder social de Causa Justa, Ana Cristina Gonzalez, o la periodista María Jimena Duzán. También ha habido invitados como César Caballero, Alejandro Gaviria y Vladdo, que han protagonizado las conversaciones para el cambio.

En medio de esto, La Leona, para seguir andando con audacia, se ha ingeniado formas diversas para su sostenibilidad: un café, un bar, masterclasses, la venta de obras de las exposiciones y de objetos de diseño en su tienda.

La suma de un espacio y de una propuesta que se va robusteciendo y perfilando con los años han ido desarrollando un público curioso, inquieto y exigente, que progresivamente valora y paga esta oferta. Una comunidad que sabe que la cultura también es una forma de nutrición y da la posibilidad de mirar la cotidianeidad bajo nuevas perspectivas.

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Ahora María y Tomás, que han estado detrás imprimiéndole su fuerza a La Casa de la Leona, sienten la satisfacción de haber creado un lugar; sin embargo, audaz e intrépida como toda Leona, se resisten al hecho de estancarse. Por eso, dice María, La Leona hoy es más que un lugar: “es una forma de hacer las cosas, de mirar, de pensar los proyectos, de intervenir los espacios y de impactar el entorno”.

A eso se debe la pausa creadora en la que están ahora y en la cual esperan trazarse nuevos horizontes, manteniéndose firme en los principios, pero flexible en los formatos, con una claridad como faro: seguir apostándole a lo contemporáneo, entendido como la auto-consciencia del propio impacto, como la necesidad de hacer propuestas desde lo local sobre temas globales, como la insistencia en unir mundos que parecen distantes y como el obstinado empeño de seguir creando para ellos mismos y para una comunidad, un destino.

  • *Escritora, directora de la Corporación Piñón de Oreja.
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