Orzo: pequeño restaurante con gran futuro

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Antes de comentar sobre su cocina, quiero decir que el lugar me encantó por varias razones: me encantó su ubicación, me encantó su tamaño, me encantó su diseño interior, me encantó su cocina a la vista de la clientela, me encantó su servicio, y de manera especial me encantó la sencillez de su carta. Sin lugar a dudas, uno de los grandes retos cuando se va a iniciar un restaurante es definir su ubicación, la gente de Orzo dio donde era, asentándose en una carrera cerrada, bien arborizada, de fácil acceso y discretamente alejado de la rumba del Parque Lleras. Orzo es el clásico pequeño restaurante, en donde todo se encuentra a golpe de ojo pero no reina la estrechez; en otras palabras, un pequeño espacio muy bien aprovechado.

En cuanto a su diseño interior: la altura de sus techos, su gran ventilación proveniente de un jardín, sus discretos desniveles, su moderno y confortable mobiliario, su trilogía de colores bien aplicados en lencería y sillas demuestran la seria planeación del negocio; otro reto más que demuestra el profesionalismo de sus propietarios es la cocina a la vista de la clientela, pues esta se convierte en vitrina fundamental para el sitio; finalmente su carta conformada por no más de 22 platos (desde las entradas hasta los postres), es la demostración perfecta de que no es necesario tener de todo y de todas partes del mundo, por el contrario, con un perfecto equilibrio de oferta, el comensal encuentra un espectro de propuestas en donde se cubre lo fundamental (carnes de res y cerdo, pollo, langostinos y pescado) con procesos de preparación y salsas diametralmente opuestas en sus bases y sabores. Algo similar pasa con sus guarniciones; se trata entonces de una pequeña carta de fácil lectura, sin rimbombancias en sus nombres y con propuestas de una clásica cocina con toques de contemporaneidad perfectamente asimilados.

Por encontrarme sola no me matriculé en vinos. Acompañé mi almuerzo con una escarchada y bien servida cerveza la cual disfruté con excelente canastilla de panes y una abundante porción de mantequilla. Inicié mi almuerzo con una entrada caliente de trocitos de pollo salteados en una salsa oriental y servidos con hojas de lechuga romana para hacer con ellas unas sabrosas lumpias… plato sencillo y delicioso; para el plato fuerte me embarqué en un filete de bravo a la plancha y bañado en salsa cremosa de alcaparras ¡Magnífico! con un corte y grosor perfectos (aproximadamente 200 gramos) y acompañado de estupendo puré campesino con sutiles cáscaras de papa involucradas en su consistencia. Coroné mi almuerzo con deliciosa torta de chocolate acompañada de helado de vainilla y aromático café. Repito: salí más que satisfecha y estoy convencida de que este nuevo restaurante en Medellín dará mucho de qué hablar, pues de lejos se sienten las ganas de sus propietarios y el potencial de su conocimiento culinario.


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