“Con mucho amor y sin esperar nada a cambio”

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  En su más reciente reconocimiento en el recinto del Concejo de Medellín, decía con voz entrecortada: “Esto es gratificante en el otoño de mi vida”; los aplausos no paraban para el profesional distinguido de la Universidad de Antioquia, que acumula importante distinciones por su investigación y aportes a la medicina y a la misma sociedad.
Leer su hoja de vida es pasar por 81 años de una vida ejemplar, entregada a su trabajo en la Organización Panamericana de la Salud, como Decano de la Facultad de Medicina la Universidad de Antioquia, miembro del comité editorial de una revista de medicina en Estados Unidos, donde vivió unos seis años, creador de la Unidad de Trasplantes del Hospital Universitario San Vicente de Paúl, y fundador del Grupo de Trasplantes y de la Unidad Renal del Hospital de San Vicente y del Hospital de Neiva, que lleva su nombre.

El milagro del riñón artificial
Este fue uno de los logros más grandes del nefrólogo Jaime Borrero Ramírez, quien diseñó y desarrolló el riñón de placas, soporte del primer programa de hemodiálisis para el tratamiento en la insuficiencia renal crónica. “Nos dimos cuenta que eran muy pocos los pacientes que se podían trasplantar porque era muy costoso, entonces recurrimos al riñón artificial Gracec, que lo llamé así en honor a las primeras personas dializadas de Medellín (Graciela y Cecilia), y nos sirvió para salvar mucha gente por 7 años”, dice Borrero lentamente y con orgullo.
Luego, gracias a crear el Grupo de Trasplantes y la Unidad Renal del Hospital San Vicente, cerca a los años 70 se realizó el primer trasplante de riñón en Colombia, avalado por la Iglesia Católica, luego de entender el concepto de muerte cerebral explicado por Borrero y que eran los médicos quienes conocían cuando una persona fallece, le dijo aquella vez el Arzobispo.
Fiel a su estilo desinteresado, este científico asegura que “decidí ser nefrólogo porque me dolía mucho ver gente pobre morir, por eso quise investigar sobre el riñón. Después cuando llegaban los reconocimientos y premios, yo le daba todo al Grupo de Trasplantes de la Universidad de Antioquia y al Hospital”, dice. Incluso, cuando ocupaba un importante cargo en Estados Unidos, recibió una invitación para viajar a Neiva para asesorar a las autoridades de salud de esa ciudad con su conocimiento, pero terminaría creando allí una nueva unidad renal que hoy lleva su nombre.

El humanista
Hoy Jaime Borrero puede decir “misión cumplida”, después de merecer y obtener medallas, certificados y premios, con voz pausada reconoce la importancia de su trabajo que le trajo bienestar a muchos seres humanos.
Los médicos del gremio lo conocen como el humanista por sus investigaciones y su libro “Medicina y Humanismo: Una visión de la medicina antioqueña en el siglo 20”.
Amante del Mar Caribe, específicamente de Coveñas, lugar al que siempre iba cada vez que su trabajo se lo permitía, nadaba con los pescadores; su esposa afirma que “fue uno de los primeros buzos de Antioquia, él fue un hombre de mar y cuando vivíamos en Estados Unidos su intención era vivir en Coveñas”.
Desde hace varios años vive con su esposa en una finca del oriente antioqueño, rodeada de flores y en total tranquilidad, después de haberle dejado a la sociedad un regalo incalculable que permitió salvar la vida de muchos, trabajo realizado con mucho amor sin esperar retribución a cambio y que lo deja tranquilo y en paz como lo refleja en sus ojos y en sus palabras.

 
     
 
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