Para un campeón no hay ocaso

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Beibis Mendoza, el que le diera momentos de triunfo al boxeo de Colombia, hoy los forja. Drama y gloria de una leyenda de los cuadriláteros
 
 

Si ese primero de noviembre, Beibis hubiera agachado la cabeza, la suerte hubiera sido otra. Hace 11 años se dio cuenta de que la vida solo ofrece una oportunidad y que el “hubiera” y el “quizá” no son consuelos en el deporte. Supo tocar el cielo a punta de golpes, pero también fue uno de esos el que lo llevó a sentir la muerte de cerca. En ese sueño profundo quedó el ídolo del boxeo, pero despertó el hombre ejemplar.

Beibis Mendoza

El décimo round, en aquel 2005 en Ciudad de Panamá, iba camino a ser otra de las muchas faenas que Beibis Antonio Mendoza se daba encima del cuadrilátero. Su potencia y seguidilla de golpes, acompañada de una gran capacidad física, lo había vestido con el cinturón dorado del peso minimosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en dos ocasiones (2000 y 2001).

Esa noche de viernes, con un golpe certero, el panameño Roberto La Araña Vásquez fulminó al nacido en Arboletes y que lo tuvo dos días inconsciente en el hospital Paitilla de esa ciudad por un coágulo de sangre alojado en el parietal derecho. Una lesión de la que aún tiene rezagos en una visible inflamación en su cabeza.

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Fue el fin. Ese nocaut significó el ocaso de la historia del púgil, que siendo paisa, se siente más costeño, por haber nacido al lado del mar Caribe y con ese caluroso abrazo del aire en el hogar de Alejandro Mendoza y María del Carmen Polo, el 20 de junio de 1974. Era la época en la que la prensa llevaba al primer campeón mundial de boxeo colombiano, Antonio Cervantes Reyes, Kid Pambelé, a un trono inmaculado.

Del viejo Apolinar Medina Torres aprendió más por fuera que sobre la lona. Beibis acompañaba a su hermano Rubén y a un primo a los entrenamientos en el coliseo de Arboletes. Sus ojos achinados captaban los movimientos y el baile de aquel entrenador mientras pulía a los futuros boxeadores. Fue así como conectó su primer gancho y luego un cruzado; vinieron los guantes, el short y la campana. ¡Guardia y ataque!

La nobleza de Beibis es tan amplia como sus títulos. Vivió entre la fama, el dinero y la ostentación, pero hoy aquello es solo un recuerdo. Dos extremos abismales, la pobreza en sus inicios y la opulencia en el profesionalismo, aunque también sintió la traición y el engaño con dineros que mereció, pero que se fueron en las cláusulas de los contratos. Hoy vive con lo justo, junto a su esposa y cuatro hijos

Con su acento costeño y salpicando las palabras va desentramando una historia que inició a los 12 años cuando logró su primer campeonato departamental. Su técnica deslumbró en los 40 kilogramos y la estirpe le ofrecía un futuro promisorio. Se vinieron más peleas y representaciones por Antioquia; la Selección Colombia también lo vistió, aunque allí tuvo que sortear la preferencia de las convocatorias por otros pugilistas. A puño se ganó su lugar.

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Luego de ganar títulos centroamericanos y panamericanos llegó la cita para los Juegos Olímpicos de Atlanta-96. Fue sexto, pero aquella presentación le sirvió para ser fichado por la empresa de Don King, que lo lanzó al profesionalismo. Cara y cruz al aire con grandes momentos. El dinero se disolvió. Dos títulos mundiales en 108 libras y apoteósicas peleas con el nicaragüense Rosendo Álvarez, los recuerdos.

Peleó en Las Vegas y el Madison Square Garden, también en Cartagena, Argentina, Yakarta y finalmente por su vida en aquella habitación del hospital en Ciudad de Panamá. Su esposa Silvia Doria no quería que se repitiera la historia del amigo de Beibis, el gallo Carlos Meza, que once meses atrás murió tras una pelea, precisamente en Panamá y por un golpe similar que había dejado en pánico el mundo del boxeo. Se colgaron los guantes.

A la sombra
Beibis luce hoy varios kilos de más. Un pito en la boca y palabra tras otra va enseñando el camino a nuevos boxeadores en la Liga Antioqueña de este deporte. Se hizo tecnólogo en entrenamiento deportivo y con la misma frescura que tienen los de su tierra, pero con la exigencia del boxeador disciplinado contagia las clases para que nadie afloje.

Recuerda en 2006 cuando un “morenito” en chancletas llegó al gimnasio. Una camiseta que le daba a las rodilla y una figura escuálida que denotaba hambre. Se presentó como Yuberjén Martínez y con el mismo propósito que inician todos en Urabá en el boxeo, conseguir plata para hacerle o mejorar la casa de la familia, se levantó el vuelo del medallista de plata en Río-2016.

“Abelardo Parra es el mejor entrenador que tiene Antioquia. Yo inicié a Yuberjén y después lo pulió él. Si Abelardo lo hubiera acompañado en Río tendríamos nuestro primer campeón olímpico en boxeo”, asegura Beibis.

Otros de sus pupilos son Ceiber Ávila y José Luis Paniagua, nada más por contar los que ya figuran en el ámbito pugilista. Hay otra camada que viene detrás y que, como él quieren que sean ejemplo de tenacidad, humildad y perseverancia, característica que hace diferente al boxeador “cachaco” (Urabá y Pacífico vallecaucano) del costeño. Beibis, ya ganó la pelea.

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Un homenaje
¿Cuál es su canción preferida? “Me crié en un pueblo costeño y me gustan los vallenatos. Sueños y vivencias, de Diomedez Díaz es una canción que me identifica…”. (Hay silencio). Se entrecorta la voz. Sus ojos se llenan de lágrimas y un halo profundo que llega hasta el alma. “Ya verás”, prosigue después de unos segundos. “Yo nací el 20 de junio y un 20 de junio sepultamos a mi padre… (Suspiro) Ya dejemos ahí compa”, advierte mientras se seca las lágrimas. No hablaba el boxeador, hablaba el ser humano.”Dímele a Dios que me ha dejado solo me ha quitado todo al llevarte a ti no habrá en el mundo pa’ esconder mis ojos las veces que lloro porque te perdí…” Fragmento Sueños y vivencias, Diomedez Díaz.
 
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